jueves, 20 de septiembre de 2012

REENCARNACION O LA RESURECCION

En que consiste Reencarnar (volver a encarnar). En general, reencarnación es la creencia según la cual el alma, después de la muerte, se separa del cuerpo y toma otro cuerpo para continuar otra vida mortal. Según esta creencia, las almas pasan por ciclos de muertes y nuevas encarnaciones. Un ser humano, por ejemplo, podría volver a vivir en la tierra naciendo como un nuevo personaje. Una creencia reencarnacionista llamada “metempsicosis”, enseña que los grandes pecadores pueden reencarnar en un animal o una planta. Posiblemente la creencia en la reencarnación comenzó al querer aplicar al ser humano el ciclo que observaban en la naturaleza: El sol y la luna aparecen y desaparecen. Igualmente las temporadas, el follaje, las flores y tantas otras cosas en la naturaleza tienen un ciclo. Así pensaron que el ser humano moría pero regresaba otra vez en otro cuerpo. La reencarnación es también fruto del deseo humano de darle explicación a las diferencias de inteligencia, salud, talentos, fortuna, etc. que existen entre seres humanos. Según la doctrina de la reencarnación estas diferencias serían culpa o mérito por el comportamiento en vidas anteriores. Por lo tanto se le culpa a los pobres, los enfermos y los desdichados por su condición desdichada y no se hace nada por ellos porque están pagando su culpa. El Evangelio, por el contrario nos revela que Dios se hizo hombre en pobreza En los pobres encontramos al mismo Cristo. La reencarnación está vinculada al concepto del "Karma", según el cual cada uno paga por su buen o mal comportamiento en sus próximas reencarnaciones. El alma de quien tenga un buen karma "transmigrará" encarnándose en un ser superior, quién tenga un mal karma encarnará como un ser inferior, ya sea, por ejemplo una vaca o una cucaracha. En las sucesivas reencarnaciones el alma podría evolucionar hacia la perfección hasta convertirse en espíritu puro que no necesita más reencarnaciones. Entonces se sumerge para siempre en la eternidad. ¿Donde se origina? La creencia en la reencarnación comienza en la India en el siglo VII a.C. Eso significa que no es tan antigua como la fe de los judíos o de los sumerios, egipcios, persas y chinos. Ninguno de estos creía en la reencarnación y por eso edificaron magníficas tumbas. El Budismo apareció en la India, en el siglo V a.C. y adoptó la creencia en la reencarnación. Mas tarde pasó a Grecia y Roma. El Antiguo Testamento desconoce la reencarnación Algunos mal interpretan la Biblia y dicen que esta apoya la reencarnación. La religión judía por mucho tiempo no tubo una clara doctrina sobre lo que ocurre después de la muerte pero ciertamente no enseñaba la reencarnación ya esa creencia surge mucho mas tarde y es incompatible con la revelación que los judíos habían recibido de Dios. El Salmo 39, 14: “Señor, no me mires con enojo, para que pueda alegrarme, antes de que me vaya y ya no exista más” (v.14). Job le dice a Dios: “Apártate de mí. Así podré sonreír un poco, antes de que me vaya para no volver, a la región de las tinieblas y de las sombras” (Job 10,21-22). Sabiduría16,14: “El hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto; pero no puede hacer volver al espíritu que se fue, ni liberar el alma arrebatada por la muerte’’ Aproximadamente 200 años a. C. se introdujo en el judaísmo la fe en la resurrección, doctrina incompatible con la reencarnación. La doctrina de la resurrección enseña que después de la muerte la persona vive pero no en la tierra sino con Dios en la eternidad. Aparece por primera vez en Daniel 12,2: “La multitud de los que duermen en la tumba se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la vergüenza y el horror eterno” Aparece por segunda vez en 2 Mac 7,9. El rey Antíoco IV de Siria quiere obligar a siete hermanos fieles a la ley judía, por medio de tortura, a abandonar su fe. Al morir el segundo dijo al rey: “Tú nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros nos resucitará a una vida eterna” . El séptimo al morir dijo: “Mis hermanos, después de haber soportado una corta pena, gozan ahora de la vida eterna” (2 Mac 7,36). El Nuevo Testamento La doctrina del N.T. es incompatible con la reencarnación. El N.T. Enseña que después de la muerte NO se regresa a otra vida en la tierra sino que pasamos enseguida al purgatorio que es un estado temporal pero no en esta tierra, o pasamos a nuestro destino definitivo que es el cielo o el infierno. Nuestro cuerpo volverá al polvo hasta el día de la resurrección cuando nuestro único cuerpo cobrará vida pero será glorificado. Ver Resurrección. La parábola del rico Epulón (Lc 16,19.31): Lázaro después de la muerte va inmediatamente al cielo. El rico muere y va inmediatamente al infierno. El versículo 25 revela que el rico pagará por su mala conducta, no reencarnándose, sino en el infierno para siempre, del cual no puede pasar al otro lado ni volver a la tierra. Filipenses 1,23-24: “Me siento apremiado por los dos lados. Por una parte, quisiera morir para estar ya con Cristo. Pero por otra, es más necesario para ustedes que yo me quede aún en este mundo” Obviamente Pablo sabía que al morir no regresaría con otra vida al mundo sino que estaría definitivamente "con Cristo". Hebreos 9,27 sintetiza la enseñanza de las Escrituras al respecto: "está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio" Además, el mismo San Juan Bautista negó explícitamente ser Elías: "Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»" -Jn 1,21 Diferencias principales entre la doctrina cristiana y la reencarnación Es alarmante que según algunas encuestas (AD 2004), el 34% de los católicos dicen creer en la reencarnación. Estos no se han enterado que hay diferencias fundamentales entre la revelación cristiana y la reencarnación. La Resurrección. La fe cristiana se fundamenta en la resurrección de Jesucristo. Nuestros cuerpos no serán ni reciclados ni aniquilados. El alma no pierde su identidad absorbiéndose en el cosmos. El destino final del hombre es la resurrección para el gozo de la vida con Dios para siempre en el cielo o la pena eterna de la separación de Dios en el infierno. «Creo la resurrección de la carne y la vida eterna» (Símbolo de los Apóstoles). «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro» (Credo niceno-constantinopolitano). La resurrección es muy superior a la reencarnación. Los judíos no esperaban un Mesías que muriera y resucitara. Algunos tenían la esperanza de resucitar, pero no con cuerpos gloriosos sino en una resurrección análoga a la de Lázaro ( Is. 26:19; Ez. 37:10; Dn 12:2). Más aún, se define por la esperanza: «La fe es garantía de lo que se espera» (Hb 11,1). La victoria sobre el mal. El mal no es vencido por cada individuo expiando sus pecados por medio de transmigraciones a otras formas de vida. Los cristianos creemos que Jesucristo pagó por nuestros pecados en la cruz y solo en el tenemos salvación. Nosotros cooperamos con nuestros sacrificios pero la salvación es un don. El Apocalipsis, del fin del tiempo: la segunda venida del Señor. Después ya no habrá tiempo sino la eternidad, vivida en el cielo o en el infierno. Los cristianos no creemos que los hombres sean diluidos en el cosmos impersonal. Todo lo bueno se unirá en Cristo y será presentado al Padre "Que Dios sea todo en todos" (I Cor 15:28) pero nuestra individualidad, nuestra persona no se perderá jamás. Podríamos imaginarnos a los santos en el cielo como un precioso campo de flores. Al mismo tiempo cada flor es individual y preciosa en si misma. Los redimidos por Cristo encontrarán su identidad plenamente en el cielo. Serán sanados y elevados a la plenitud de su ser. Los santos están unidos por el amor y al mismo tiempo cada uno es precioso. El evangelio del amor y del perdón sobrepasa en grande la enseñanza cruel de la reencarnación con sus ciclos y karmas. . Las últimas palabras del Credo son sobre la esperanza. Porque la fe desemboca en la esperanza. Más aún, se define por la esperanza: «La fe es garantía de lo que se espera» (Hb 11,1). Una fe sin esperanza no tiene sentido, es una fe sin objeto, desemboca en el vacío, se ve expuesta al fracaso y, finalmente, muere. Los cristianos creemos -confiamos- en Cristo y, por eso mismo, somos un pueblo de esperanza, un pueblo que cree en la palabra de Jesús: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Jn 11,25). El cristiano sufre, o debería sufrir más que nadie, ante el desolador panorama de nuestro mundo: hambre, pobreza, guerras sin fin (todas las guerras acarrean graves injusticias), etc. Sólo si la esperanza nos lleva a resistir ante el mal y a solidarizarnos afectiva y efectivamente con las víctimas, deja de ser un discurso alienante y se convierte en elemento críticamente liberador. En ellas consiste la santidad del ser humano. Ellas son las que nos asemejan a Dios, las que nos permiten, ya en este mundo, participar de la vida divina. Además, la caridad o amor cristiano está presente, como en filigrana, en la totalidad de la confesión de fe: cuando se confiesa que Dios es creador, no hay que olvidar que Dios crea por amor; es el amor el que explica el envío y la vida de Jesús, crucificado y resucitado por nuestra salvación; y la fe en el Espíritu Santo es fe en el Amor de Dios derramado en nuestros corazones, para transformarlos y hacerles vivir una vida de amor; vida que en la comunión eclesial y en la comunión de los «santos» (=los creyentes) se convierte en sacramento -signo eficaz- de otra comunión sin fronteras: la que el cristiano quiere vivir con todos los seres humanos, hasta el punto de que ni siquiera el enemigo, el que no se lo merece, deja de ser objeto de su amor. Y «Pedro y los apóstoles», predicando esta misma fe, provocaron «la rabia» del Sanedrín, hasta el punto de que «trataban de matarlos» (Hch 5,2733.40.41). Hay quienes no aceptan la resurrección sencillamente porque no creen en Dios y, por tanto, viven también sin esperanza (Ef 2,12). Pero incluso creyendo en Dios, hay quienes no creen en la resurrección de los muertos, como ocurría con los saduceos en tiempos de Jesús, que no entendían hasta dónde llegaba el poder de Dios (Mt 22,23.29). Otros no niegan la posibilidad de una vida después de la muerte, basándose en razones filosóficas o religiosas (tesis platónicas de la inmortalidad del alma; teorías antiguas y modernas sobre la transmigración de las almas). Pero sí niegan (o no aceptan) la fe cristiana en la resurrección de los cuerpos.Una de las razones de esta incompatibilidad es la valoración que hace la fe cristiana del cuerpo concreto de cada persona como momento básico de la identidad humana.

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