martes, 2 de abril de 2013

LO MARAVILLOSO DE LA SEPULTURA ES QUE ESTA VACIA.

El lugar no es cualquier cosa, no voy a negar aquí su importancia, que la tiene y mucha, ya que ese sepulcro vacío es un espacio consagrado a la memoria, de forma que los cristianos, de la confesión que sea, no olvidemos jamás que no hemos de buscar entre los muertos a aquel que está vivo. Esta es la razón que llena de sentido un sepulcro vacío, y no hay otra. Allí descansó tu cuerpo sin vida, envuelto en blanco sudario. Allí te quedaste solo... solo, como se quedan los muertos.¡Gloria a Dios! ¡El Maestro ha resucitado! La tumba está vacía. Oigan todos, nuestro Señor ha resucitado. Hemos visto la tumba vacía. ¡Ha resucitado! Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite. Y ellas recordaban sus palabras. (Lucas 24,1-8) Después llegaron Pedro y Juan, pero.... tu ya no estabas. Pedro miró el sepulcro vacío casi sin comprender... ya no estaba allí su Señor, su Maestro. Y así, más de dos mil años después, hemos visto al Papa Benedicto XVI, sucesor de Pedro, y al igual que él, estar frente a la tumba vacía, juntar sus manos, arrodillarse y lleno de emoción vibrar ante la certeza de esa Gran Verdad: ¡el sepulcro vacío, Cristo ya no está, porque Cristo resucitó!. Cuando más tentados estemos de liarnos a bastonazos por una idea, un principio, un emblema, podríamos pensar en el Santo Sepulcro, que por más importante, irrrenunciable y sagrada que sea la idea, el principio, el emblema, es decir, por más lleno que parezca por fuera, está vacío por dentro

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