viernes, 1 de marzo de 2013

HACERSE PEQUEÑO PARA SER GRANDE

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?". Encontramos en diversos fragmentos del Evangelio, estos celos y ambiciones de los apóstoles por los primeros puestos en el reino. Aún son aquellos hombres que fueron pescadores, hombres de trabajos de Galilea y tierras judías, que a su modo se imaginan el Reino de los Cielos. En otra ocasión, la madre de Juan y Santiago le pedirá a Jesús los dos primeros puestos en su reino, ante esto, los otros 10 apóstoles elevaron su reclamo. Y en la hora de la última cena, Jesús, le da una hermosa lección de humildad, lavando los pies de cada uno de ellos. Tenemos claridad que esa es nuestra situación ante Dios, es así como Jesús quiere que sus discípulos, sus apóstoles, y todos nosotros seamos receptivos, sencillos y humildes, con capacidad o disposición favorable para recibir y aceptar y la grandeza espiritual en el servicio que El nos pide, esta es la conversión que nos hará distintos y nos transformará en niños. Ser cristiano no puede ser un pretexto para situarse bien en el mundo, para escalar primeros puestos o acceder a desmedidos privilegios. Cuando la religión se degrada a esos menesteres, la fe fácilmente deriva en pseudo-creencia o en peligroso fanatismo. En efecto, no olvidemos, que el que acoge al indefenso, al humillado, al marginado, esto es, todo lo que hacemos por un hermano los hacemos también por Cristo. Pero a los pequeños que se refiere son los sencillos, los humildes, los que no tienen gran relevancia. Muchos hombres de condición humildes, como consecuencia de no poder conseguir sus necesidades, se equivocan y optan por el mal camino y se pierden y caen en el pecado. Son a estos hombres a los que debemos prestar nuestro auxilio. Porque el Señor nos ha enseñado siempre que el reino de Dios es para todos, también es para aquellos que se consideran pecadores. Ser cristiano es seguir a Cristo, no fabricarse hermosas ensoñaciones o atesorar buenos deseos. Quizá en otros tiempos, no muy lejanos, pudo resultar bien visto o cosa de buen tono el ser y aparecer como cristiano. Hoy día no es así. Incluso hoy, en un clima de libertad religiosa, puede resultar enojoso el tener que hacer frente a un cierto revanchismo de otros tiempos. Como dice Pablo, en la carta a los corintios que hemos leído (2Co/04/07-15), pudiera parecer a veces que nos atosigan por todas partes, aunque no pueden hundirnos; pudiera parecernos que se nos ríen y burlan, aunque no pueden desanimarnos; y podría suceder que sintiéramos incluso una cierta persecución o campaña en contra, aunque no puedan aniquilarnos.Seguir a Cristo es acompañarle, de momento, en su subida a Jerusalén, la ciudad que asesina a los profetas y a los enviados de Dios Es así, como cuando uno se aleja de Dios por el pecado, el Señor no lo abandona y lo sigue con interés y con su gracia para darle salvación. Así es el amor y solicitud del Padre por sus hijos, en especial por estos “pequeños,” por muy desestimados y despreciados que se los considerase socialmente. Entonces si el Señor tiene tanto interés es nuestra salvación personal, también nosotros debemos poner el mismo interés en nuestra propia salvación alejándonos de la faltas y no extraviándonos por un camino de perdición y lejos de la gracia.Debemos recordar que sólo podemos ser cristianos con la gracia de Dios. Y la primera gracia de Dios es su Iglesia.

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