domingo, 1 de junio de 2014

LAS PREOCUPACIONES ME MATAN.

¿Cuántas preocupaciones lo agobian el día de hoy

Para apoyar a su respuesta estoy seguro de que usted es una de esas personas que terminan el día agobiadas, no tanto por el trabajo, sino por las preocupaciones que no se terminan en un día, sino que parecen ser la norma de vida de todos los días. Muchas veces no acabamos de salir de una situación que nos quita la tranquilidad cuando ya tenemos otra encima, provocando el deseo de salir corriendo y dejar todo atrás, sin importarnos lo que pudiera pasar. En ese momento quisiéramos que alguien se haga cargo de lo que estamos viviendo, sea en el trabajo o sin él, en el hogar, en la escuela o en la vida cotidiana.

La vida nos ofrece todos los días aflicción, desgaste físico y emocional, frustración, desesperación, lo que hace que no veamos la belleza de la creación, que también sufre al igual que nosotros, el desgaste, la contaminación y el desprecio de los seres humanos. Este es un panorama que no estaba en los planes originales de Dios, pero no los descartó, sino que fueron considerados en su amor por su creación.

Como la gracia de Dios es y siempre será más grande que cualquier pecado, nuestro creador, a través del Hijo, decide cumplir el plan de introducirse en su creación para sanarla, redimirla hacerla nueva; en la resurrección de Jesús, emerge una humanidad totalmente nueva. Con Él de nuestro lado, ¿Quién podrá derrotarnos? Él dice: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:30)

Sin embargo, Jesús, en sus enseñanzas, nos dejó una invitación por demás insólita: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme”. (Mateo 16:24) (Marcos 8:34) y (Lucas 9:23)- Cuando Dios nos permite llegar a este punto, en el cual nos sentimos completamente derrotados y “en el hoyo”, como lo expresa el rey David en sus Salmos, es cuando valoramos la misericordia, la bondad y la compasión de nuestro Dios amoroso. Duras parecen a muchos estas palabras: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús (MT 16.24). Pero más duro será oir la suprema sentencia: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno (MT 25.41). Los que ahora oyen y siguen con alegria la predicación de la cruz no temerán entonces oir la sentencia de eterna condenación. La señal de la cruz se verá en el cielo cuando el Señor venga a juzgarnos. Entonces todos los siervos de la cruz que conformaron su vida con del crucificado se acercarán con gran confianza a Cristo juez. Y cuando experimentamos la mano cálida y amorosa que nos saca del abismo, es cuando Dios nos conduce al pleno “negarse a sí mismo”. Dejar de ser los dueños y señores de nuestras vidas; y permitir que Dios, quien nos conoce mejor que nosotros mismos, decida por nosotros, ya que Él sabe muy bien qué es lo que más nos conviene.

¿Por qué temes tomar la cruz que conduce al Reino? En la cruz está la salvacion, en la cruz está la defensa contra las enemigos, en la cruz hay una infusión de suavidad sobrenatural, en la cruz está la forteleza del alma, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está el compendio de todo virtud y en la cruz está la perfección de la santidad. ¿Entregarle a otro(a) el control de MI vida?, ¡No! La naturaleza humana es así; aunque estemos en las peores circunstancias, queremos seguir siendo los dueños de nuestra vida. Pero si contestó afirmativamente, entonces usted confía en su Señor; usted está“negándose a sí mismo”. Ahora sólo le falta tomar su cruz y seguir a su Salvador. En Colosenses 1:21 ; “En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos”. Sólo en la cruz hay salvación para el alma y esperanza de vida eterna. Jesús, siendo el Hombre y Dios a la vez, para sanar a toda la humanidad, debió haber tenido en cuenta que en su humanidad debería caber toda la humanidad presente, pasada y futura. Dicha humanidad tenía las no gratas características de ser vil, ruin, perversa, malvada y otras “preciosidades” de este tipo (Jeremías 17:9). En realidad el pecado de la humanidad, la muerte anunciada desde el jardín del Edén, creció enormemente y existía la necesidad de destruirla para volver a ser la humanidad que había sido planeada desde antes de la creación de todas las cosas, una humanidad santa y sin mancha en el Hombre-Dios: Cristo Jesús.

Así que Jesús hizo morir todo pecado, toda maldad, toda perversidad, toda depravación de la humanidad en su propio cuerpo humano finito y frágil, fácil de destruir y escogió el instrumento más perverso de aquella época y quizá de todas las edades: la cruz, destinado para los delincuentes más perversos, un instrumento vergonzoso y repulsivo. Porque si mueres con él, también con el vivirás, y si eres compañero de la pena, tambien lo serás de la gloria. ¡Esa es su cruz! Llevarla con dignidad como Cristo la llevó puesto que su propósito era más importante que vivir las delicias de esta vida, y nuestro propósito es regresar a casa, de donde salimos con la finalidad de volver santos y sin mancha en Jesús.

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