domingo, 26 de enero de 2014

EL CHISME O MURMURACION



En este mensaje vamos a detenernos para considerar a un enemigo del alma sumamente destructor: la murmuración, o como le llamamos más cotidianamente “el chisme”.
El murmurar es proferir palabras teñidas de crítica o juicio sobre otra persona, y como de la abundancia del corazón habla la boca, podemos considerar algunos de los motivos que pueden llevarnos a murmurar:
- Amargura o resentimiento, es decir, falta de perdón.
- Ingratitud: La ingratitud siempre habla de lo que no tiene, nunca de lo que tiene. Ej.:(Éxodo 16.2-3):
vemos aquí a un pueblo ingrato y murmurador. Se queja de lo que le falta en lugar de agradecer lo que tiene.
- Envidia: El murmurador no tolera que se tengan atenciones con otras personas. Él es el único que tiene derecho a todas las cortesías.
Ej.: (Mt. 20.10-15)
- Descontento: El apóstol Pablo nos dice en Filipenses 1.12-14 que él había aprendido a contentarse con lo que tenía. Habiendo atravesado por muchas situaciones de dolor las cuales él podría haber utilizado para murmurar, pero al contrario no lo hizo.
- Pensar que Dios y los demás son injustos con nosotros: El complejo de víctima da como resultado la murmuración. Estas personas cuando no reciben aquello a lo que creen que tienen derecho, murmuran contra Dios y contra los demás.
- Pensar que Dios tiene malas motivaciones: (Deuteronomio 1.27). Le atribuye a
Dios los males de la vida. Excluye de su vida la idea de un Dios de amor.
- Incredulidad: (Salmo 106.24-25). El no creerle a Dios, le llevó al pueblo de Israel a murmurar contra Él y contra las autoridades.
- Rebeldía en nuestro corazón.
- Deseo pecaminoso de gozarnos con el mal ajeno.
- En última instancia, falta de verdadero amor.
Vamos a desarrollar el tema considerando lo que nos enseña la Palabra de Dios en lo referente a la murmuración entre hermanos, y para con las autoridades.
1 LA MURMURACIÓN ENTRE LOS HERMANOS:
“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga al hermano, murmura de la ley y juzga a la ley... Uno sólo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Stg. 4.11-12).
En este pasaje se pone de manifiesto que el hablar mal de alguien o divulgar sus faltas constituye para Dios un grave delito. El que murmura se pone en el lugar de Juez de su hermano y no se conduce conforme a la regla del amor y la misericordia que debe estar presente en todas nuestras relaciones.
Cuando Dios tenía el derecho de publicar nuestros pecados y condenarnos, por cuanto todos somos pecadores, Él no tuvo en cuenta esto y renunció a juzgarnos descargando sobre Cristo todo el juicio que merecíamos, y por medio de la gracia nos regaló la salvación, y aún hoy cuando fallamos, Él mira la sangre de Cristo y no nos toma en cuenta nuestro pecado.
¿Qué espera Dios de nosotros para con nuestros semejantes? Exactamente lo mismo.
“Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”.
(Lc. 6.36).
Cuando alguien nos ha ofendido o se ha equivocado, cuidemos nuestras palabras y no le juzguemos, no sea que Dios nos mida con la misma vara.
1.1 Resultados de la murmuración:
1.1.1 Crea división: (Hechos 6.1.)
La murmuración tiene la habilidad de enfrentar a la gente, de hacer que el hombre vea al otro hombre como su enemigo. La murmuración dividió la iglesia del primer siglo entre griegos y hebreos. Donde hay murmuración se producirá confusión y la confusión lo único que produce es división.
1.1.2 Rompe amistades: (Proverbios 16.28).
La murmuración consigue separar amistades. Personas que anduvieron juntas, que se amaron, a quienes gustaba compartir la mutua compañía el chismoso las ha separado.
Ahora existe frialdad y tensión. Todo porque alguien dio rienda suelta a la murmuración y así de dos grandes amigos hizo dos grandes enemigos.
1.1.3 Paraliza la obra de la Iglesia: (Números 12.15).
La historia de la Iglesia demuestra que la murmuración detiene el crecimiento de la obra de Dios, la paraliza.
La murmuración obstaculiza la obra de Dios porque consigue agrietar la Iglesia, logra polarizar los recursos de ésta, rompe relaciones, separa amistades, enfrenta a la gente.
Las energías y el tiempo que podrían usarse en la edificación del cuerpo de Cristo, en la salvación de este perdido mundo, son derrochadas debilitando la Iglesia y arruinando su credibilidad.
1.2 ¿Cómo detener la murmuración?:
1.2.1 Los murmuradores terminarán cuando no haya quien los escuche.
La murmuración es asunto de oferta y demanda. Lo que no se vende deja de producirse.
Augusto Hare, un pastor inglés, se preguntaba “¿cuándo los habladores dejarán de hablar?” y él mismo respondía la pregunta, “cuando los escuchadores dejen de oír lo malo”.
“Cierra tu oído a aquel que abre su boca en contra de otro”.
1.2.2 Cuando nos demos cuenta que al escuchar nos hacemos cómplices.
Herodoto decía, “el murmurador infringe daño cuando calumnia al ausente y el que da crédito a la calumnia antes de saber la verdad es igualmente culpable”. Prestar oído al murmurador es una forma de murmuración.
1.2.3 Cuando reconozcamos que a quien únicamente beneficia la murmuración es al diablo.
1.2.4 Cuando se reconozca que la murmuración interrumpe y paraliza la obra de Dios.
(Salmo 133.1,3). Pentecostés no se produjo en un vacío. Se produjo cuando los cristianos estaban unánimes juntos. Cuando el cristiano reconozca que su murmuración impide la unanimidad imprescindible para la salud de la iglesia.
1.2.5 Cuando se acepte que al murmurar del que tiene la imagen de Dios se está murmurando de Dios. (Santiago 3.9)
1.2.6 Cuando reconozcamos que es pecado.
1.2.7 Cuando se reconozca que la murmuración va dirigida contra Dios. (Éxodo 16.8;
Santiago 4.11-12)
1.3 Lo que Dios espera de nosotros:
“Y ante todo, tened ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1Pedro 4.8).
El Señor nos demanda un amor ferviente, celoso, que cuida la dignidad y el nombre de su hermano porque le ama. Es importante aprender a “cubrir” la falta, es decir, a no divulgarla porque sí, sino más bien a buscar la restauración del hermano.
Debemos comprender que “cubrir” no es lo mismo que “encubrir”, el que encubre participa del pecado, en cambio el que cubre la falta no la toma en cuenta, ni desmerece al hermano por cuanto le ama y no quiere que su buen nombre sea afectado.
Esto lo hallamos en Proverbios 17.9: “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo".
Un ejemplo ilustrativo de esta verdad lo hallamos en Génesis 9.20-29. En cierta ocasión Noé, un hombre de Dios, se embriagó. Uno de sus hijos llamado Cam lo vio e inmediatamente salió a divulgar la falta de su padre a sus hermanos Sem y Jafet, pero ¿Qué hicieron ellos? Entraron respetuosamente de espaldas para no ver a su padre ebrio y desnudo y así le cubrieron con la ropa. La descendencia de Cam fue maldita por su actitud. “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo”.
1.4 Los pasos prácticos:
¿Qué debo hacer cuando veo a mi hermano cometer alguna falta, o en alguna situación irregular? La respuesta la hallamos en Mateo 18.15-17:
1.4.1 “Ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”.
Antes de contarle a alguien lo que fulano hizo es necesario ir directamente al interesado con amor y espíritu de mansedumbre para procurar ayudarle y restaurarle, el murmurar con otros no le va a ayudar. Si la ofensa ha sido contra mí, el motivo es doble para ir y hablar con él antes que con otro.
En algunos casos especiales debemos pedir consejo a las autoridades de la iglesia.
1.4.2 “si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos”.
Si la situación no se pudo resolver, recién entonces participaré a otros hermanos crecidos de la situación: recordemos que siempre el fin es restaurar al hermano. Veamos lo que nos dice Gálatas 6.1: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, RESTAURADLE CON ESPÍRITU DE MANSEDUMBRE, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.
1.5 Nuestro enemigo: “LA LENGUA”:
1.5.1 “ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3.8).
Santiago nos habla del mal de hablar lo que no nos conviene. Verdaderamente nuestra lengua tiene que ser sometida a la autoridad del Espíritu Santo.
1.5.2 Algunos principios importantes: " La murmuración es pecado, si hemos murmurado de alguien debemos pedirle perdón.
" No debemos participar de la murmuración. Recordemos que “las palabras del chismoso son como bocados suaves y penetran hasta las entrañas” (Pr. 18.8).
" “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda” (Pr. 26.20).
" Nunca echemos “leña al fuego”, seamos verdaderos pacificadores.

" ¡Atención! La murmuración es muy contagiosa.
" “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1Co. 15.33).
1.5.3 LA MUJER VIRTUOSA “abre su boca con sabiduría y la ley de clemencia está en su lengua” (Pr. 31.26).
En contraste con esto, el apóstol Pablo nos habla de ciertas mujeres en 1Ti 5.13 de la siguiente manera: “y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran”. “¡Qué importante ser contada entre las mujeres virtuosas!”
1.6 Conclusión sobre la murmuración entre hermanos:
“GUARDEMOS LA UNIDAD DEL ESPÍRITU”
En Ef. 4.30; nos habla sobre no contristar al Espíritu Santo de Dios, y el contexto del versículo está haciendo referencia a pecados de la lengua, es decir aquellos pecados que se cometen cuando se habla indebidamente; como por Ej: Palabras corrompidas (malas palabras), Amargura, Enojo, Gritería, Maledicencia, Mentira, Engaño, no olvidemos que la palabra engaño nos da a entender de algo que en parte no es mentira pero que tampoco es totalmente verdadero; etc.
Lo destacable es que el murmurador rompe la unidad del Espíritu que debe reinar en la Iglesia de Dios, y sobre todo no tiene conciencia de cuerpo, y por tal motivo no se siente uno con el hermano. Es imprescindible que el Espíritu Santo nos revele la necesidad de guardar la unidad, de tal manera que nos sintamos mal por cualquier palabra incorrecta que hablemos sobre el hermano. Quiera Dios darnos esta sensibilidad.
“Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”
(Filipenses 4.9).
2 LA MURMURACIÓN HACIA LAS AUTORIDADES:
Consideraremos esta situación aparte, por la gravedad de la misma.
Esta clase de murmuración lleva como raíz un corazón rebelde, y ya hemos estudiado lo terrible que es para Dios la rebeldía. El hermano rebelde, por consiguiente cuando hable, seguramente que dirá palabras rebeldes, porque de la abundancia del corazón habla la boca, y además siempre estará dispuesto a encontrar errores en las autoridades para murmurar de ellas.
Estemos atentos a ello y obremos tal como lo hemos aprendido a lo largo de esta clase.
2.1 Ilustración del caso:
Leamos atentamente la historia de María y Aarón en el libro de Nm. 12.1-8, y recordemos algunas lecciones que hemos visto:
2.1.1 Las diferencias personales o de opinión no deben llevarnos a cuestionar la autoridad delegada de Dios, ni hablar mal de ella.
2.1.2 Dios oye la murmuración acerca de la autoridad. V.2.
2.1.3 Dios mismo sale en defensa de la autoridad criticada. V.4.
2.1.4 Debemos tener temor de hablar contra las autoridades. V8.
2.1.5 La murmuración acarrea juicio de Dios. V10.
Quiera el Señor después de todo lo visto, darnos la gracia para que nuestros labios den gloria a su nombre, de tal manera que cuando Cristo venga nos hable: “hablando entre nosotros con Salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones” (Ef. 5.19).

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