jueves, 13 de septiembre de 2012

LA SANTIDAD CRISTIANA.

Toda palabra honda sobre el misterio del Espíritu tiene el sentido de humilde búsqueda. La fe misma es una súplica pidiendo luz. Jesús envía su Espíritu a renovar la tierra y los corazones. Lo promete momentos antes de morir, y apenas resucitado lo cumple. Es el mejor legado que nos podía dejar. Con la fuerza del Espíritu vivida Él y ha llevado a cabo su obra. Tenemos un manantial de vida y de energía espiritual. Dondequiera que el Espíritu interviene suscita no solo fe, amor, esperanza, sino hombres creyentes, amantes, esperantes. Y éstos hombres hacen también historia con su experiencia del Don divino, sus gestos de respuesta, su reflexión. Nos han quedado en herencia los signos del paso de Dios por la historia de los hombres, y de la vida divina que en éstos nace a raíz del encuentro: La Biblia, la Iglesia y su historia, la vida y la reflexión creyente. Todo ello entra a formar parte de nuestra existencia personal, a esto llamamos espiritualidad. ESPIRITUALIDAD es la capacidad de descubrir, interpretar, vivir, contemplar la presencia y la acción del Espíritu entre nosotros. El término "santidad" es aplicado constantemente por la Escritura, la teología, la liturgia, la espiritualidad, a toda clase de personas y cosas. La obra del Espíritu Santo en la Iglesia, en virtud de la cual el hombre, en todas las dimensiones de su existencia, se renueva y se hace reflejo e instrumento dócil de la Voluntad Divina para su obra de salvación en el mundo. La santidad no es hoy un lujo, sino un artículo de primera necesidad. Todo lo que dice o se hace en el terreno de la fe necesita de la santidad vivida como de la sal que lo condimenta y hace asimilable. El cristiano es sal de la tierra. El NT llama "santos" a todos los cristianos; pero el término se ha debilitado de tal manera, que para la mayoría no significa ya la santidad real de que ahora hablamos. Y sin embargo, es apelación válida, punto de partida y raíz de todo el proceso. Hay un mandamiento especial sobre la santidad, dirigido por Jesús a sus Apóstoles y a todos: repetido por los apóstoles a la Iglesia; sed santos, sed perfectos, comportaos de manera digna de vuestra vocación. La llamada no viene sólo de fuera. Es una invitación interna del Espíritu Santo, que renueva constantemente a la persona, y con su gracia la mueve a siempre mayor fidelidad y heroísmo, si no encuentra obstáculos a su acción. Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo. “Mas no te ruego solamente por éstos, sino por también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos, PARA QUE TODOS SEAN UNO; Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en Unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:20 y23 “El que dice que permanece en él, debe Andar como EL ANDUVO” 1 Juan 2:6 “Apartaos de toda especie de mal” 1 Tes 5:22 La palabra de Dios es Clara. Jesucristo viene por su iglesia, y si la iglesia no es santa, no verá al Señor. Hoy es el día en el cual tenemos que ponernos a cuentas con Dios por todas las maneras en que le hemos ofendido. Pidámosle perdón por nuestro orgullo y soberbia de pensar que podíamos vivir la vida sin santidad, y aún así ver al Señor cara a cara en el Día del Señor. La santidad consiste en una eterna sumisión a Dios.la santidad de Dios debe ser el modelo de nuestra santidad, la que debe ser del espíritu, del cuerpo y el alma la palabra de Dios conduce a la santidad. El Espíritu Santo nos produce en la vida, la decisión de separarse de una vida de pecado abandonando el pecado, sin embrago, si bien es cierto en la nueva vida en Cristo comienza cuando el nos perdono, pero la naturaleza de pecado persiste y es ahí donde necesitamos que el Espíritu Santo actué en nuestras vidas a través de una obra santificadora. La santidad para el creyente es tan importante como la salvación es necesaria para el pecador y el incrédulo, si santidad nadie vera al señor.

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