Hablar de “justicia” resulta siempre complicado. Abordar este tema desde la óptica de
San Pablo es todavía más difícil, pues se trata de un concepto fundamental en la teología
del Apóstol, que incluye muchos aspectos, sobre todo de orden salvífico. Siendo ésta la
directriz fundamental de la enseñanza paulina, surge la pregunta: Entonces, ¿qué implica
la justicia que trata el maestro de los gentiles? Para el cristiano, la justicia, es una condición donde cualquier pueblo está llamado a vivir para ser próspero y feliz, y esta no puede venir más que de Dios para aquellos que se conviertan, es decir, que se abran a acoger el don de la justicia.
La justicia es fruto del Espíritu presente en el hombre y se expresa en amor, paz, gozo, longanimidad, bondad, benevolencia, confianza, mansedumbre, dominio de sí mismo. Tanto a nivel individual como en cuanto comunidad cristiana en el mundo. Ante todo formando una comunidad que vive la justicia es como los cristianos hacen que reine la justicia de Dios en el mundo.
Abordar el concepto de justicia en el Antiguo Testamento, es una tarea rica y complicada.
Muchas veces el término dikaiosu,nh (dikaiosýnê) con significados variados y
diversos.
Abarca, entonces, la justicia conmutativa
y distributiva, pero también incluye, como en una paradoja, el juicio y la misericordia.
Lo dicho para el Antiguo Testamento vale también para el Nuevo. Éste usa
varios términos para hablar de justicia: dikai,wma, pero es ciertamente dikaiosu,nh, la que
ocupa el lugar preponderante, incluso desde el punto de vista cuantitativo.La justicia significa también "paz" es decir, integridad y plenitud saludable de la coexistencia y el entendimiento entre las personas, porque si hay justicia, hay paz y donde reina la injustica siempre hay conflictos. Tanto la justicia como la paz son don de Dios, inseparables la una de la otra: "Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan” (Salmos 85,11). Dios es capaz de hacer brotar la paz y la justicia, es decir, de instituir una sociedad nueva, es así como el sabio reza: “la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia. El mismo Señor dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará; La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino. (Salmos 85, 13-15) En los evangelios, fuera de Mateo, la noción de “justicia” tiene lugar sólo en Lc 1,75 y en
Jn 16,8.10.
Lucas, quien había dicho que Isabel y Zacarías eran “justos ante Dios” ( 1,6), en el
sentido de que ellos llevaban una conducta irreprochable, en 1,75 habla de servir a Dios
libres de temor, con santidad y justicia, lo que indica un estado de disposición ante el
mismo Dios. Aunque en primero lugar el servicio al que se refiere, es “cultual”, como lo
indica el verbo latreu,ein (latréuein), de modo que una vez arrancado el pueblo de
las manos de sus enemigos puede dar culto a Dios, sin embargo, por analogía debe
extenderse al modo de ser y de comportarse característico del pueblo de Dios
. Por tanto,
si bien el campo semántico del binomio “santidad y justicia” es cultual, una vez
rebasando este ámbito original, la formulación como tal constituye una manera de
expresar el servicio adecuado y genuino a Dios en cualquier ámbito y circunstancia.
Por su parte, en los textos juánicos Jesús habla del Paráclito como abogado que
establecerá la culpabilidad del mundo en materia de “pecado”, de “justicia” y de “juicio”.
El término “justicia” tiene lugar en un discurso de Pedro (10,35) y otro de Pablo (17,31).
La argumentación de Pedro se basa en la fidelidad y rectitud que Dios espera de todos y
cada uno cuando se presenta como juez. Exige a todos el cumplimiento de su voluntad;
por eso ante él, tan justo es el pagano que vive en la rectitud, como el judío fiel. Sin
embargo este pasaje puede suponer que el cumplimiento de la ley también es posible para
el no judío, lo que constituye un principio judeocristiano. Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad, (Proverbios 8, 20). Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. (1 Juan 3,7)
¿Cómo puedo vivir una vida santa? ¿Cómo puedo caminar por la senda que Dios ha escogido para mí, la senda de santidad y santificación? “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). Estas preguntas son importantes y han sido respondidas en al menos dos maneras distintas. Algunos insisten en que la regla de vida del creyente es la LEY. Cuando dicen “LEY”, se refieren en especial a la ley moral de Dios como es expuesta en los Diez Mandamientos. ¿Cómo he de vivir? Su respuesta sería ésta: “Debo vivir por la ley de Dios. Debo vivir por los Diez Mandamientos. Esta es mi regla de vida. La clave para vivir la vida cristiana y la clave para andar en santidad es tratar de obedecer la santa ley de Dios, especialmente los Diez Mandamientos, que el Señor Jesús resumió en dos grandes mandamientos: amar a Dios con todo tu corazón y amar a tu prójimo como a ti mismo”. Compare Mateo 22:36-40. Esto suena muy bien, pero el problema simplemente es el siguiente: Mientras más tratamos de guardar la santa ley de Dios, tanto más fracasamos. Aún como creyentes regenerados, no podemos, con nuestras fuerzas, elevarnos a la altura de la medida de la perfecta justicia de Dios. El problema no radica en la ley, porque “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). El problema está en el creyente: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18). Son muchos los fragmentos de las Sagradas Escrituras donde leemos la palabra justicia, lo que nos hace preguntarnos: ¿Quiénes son los verán a Dios? Y la respuesta siempre es clara; “los que han sido justos”. Dice el profeta Isaías: “El que anda en justicia y habla con rectitud; rehúsa ganancias fraudulentas, se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno…..Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las rocas, se le dará su pan y tendrá el agua segura”. (Isaías 33, 15-16). A todos nos encanta utilizar esta palabra “justicia” y desde siempre, tanto como para reclamar justicia, como para hablar de ella, y hemos descubierto por nuestra propia cuenta cuán grande es, mucho más de los que son los hombres, más que toda la realidad de nuestra vida, pero lo increíble, es lo difícil que resulta conseguirla de nosotros mismos
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