Pensamiento del Papa Francisco sobre la centralidad evangélica de los pobres y los más pequeños.
Ahora bien, ¿cuál es el contenido y ejercicio propio de la fe para el Papa Francisco? Éstos son las bienaventuranzas y Mateo 25. Ante la pregunta de un joven: «¿Qué tenemos que hacer, Padre?», Francisco responde: «Mira, lee las bienaventuranzas que te van a venir bien. Y si querés saber qué cosa práctica tenés que hacer, lee Mateo 25, que es el protocolo con el cual nos van a juzgar. Con esas dos cosas tienen el programa de acción: las bienaventuranzas y Mateo 25. Y ¿por qué las bienaventuranzas? Porque en ellas está contenida toda la perfección de nuestra vida (tota perfectio vitae nostrae continetur), como ya decía San Agustín. En ellas el Señor nos explica su programa, su promesa y la retribución que Él nos dará, para satisfacer nuestra felicidad, aquello a lo que naturalmente aspiramos con todo nuestro ser y obrar. En suma, ellas explican e indican el camino y el premio final, o sea la recompensa de Dios que es en lo que consiste la verdadera felicidad. Felicidad a la cual todos aspiramos pero sólo merecen los que siguen y persiguen con perseverancia en el ejercicio concreto de su vida las Bienaventuranzas. Por ello, como Moisés puso por fundamento los mandamientos, así Cristo promulgó ante todo las beatitudes que son la síntesis, reducción y proyecto de toda la vida cristiana. ¿por qué las bienaventuranzas? Porque en ellas está contenida toda la perfección de nuestra vida, como ya decía San Agustín. En ellas el Señor nos explica su programa, su promesa y la retribución que Él nos dará, para satisfacer nuestra felicidad, aquello a lo que naturalmente aspiramos con todo nuestro ser y obrar. En suma, ellas explican e indican el camino y el premio final, o sea la recompensa de Dios que es en lo que consiste la verdadera felicidad. Felicidad a la cual todos aspiramos pero sólo merecen los que siguen y persiguen con perseverancia en el ejercicio concreto de su vida las Bienaventuranzas. Entre paréntesis, en esta visión nuestro Papa no sólo está inspirado en Francisco de Asís, sino también es muy de San Ignacio, que había ya entendido una cierta alma perversa del capitalismo moderno. Recordemos la meditación central de los Ejercicios Espirituales sobre las Dos Banderas: o eliges estar al servicio de Cristo o bajo el bando y el imperio de Mammona iniquitatis. Es más, San Ignacio, enseña allí también que Lucifer da instrucciones a los demonios a que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, para que más fácilmente vengan a caer en el vano honor del mundo y de allí a todos los demás vicios. Así, otros muchos buscan el dinero no sólo por sí mismo sino también para satisfacer el propio capricho. No sé si han observado que en general es característico de los multimillonarios ser caprichosos. Ya lo subraya el Eclesiástico: «Es feliz quien vive como quiere» (Eccle. 3, 12). Estas dos falsas opiniones sobre la felicidad humana, aquella que se asienta en el dinero y aquella que se propone seguir el propio capricho, llevan a la corrupción, que según el Papa Francisco es hija de Satanás. Más aún, la corrupción es el Anticristo mismo, porque ésta produce estructuras de pecado que corrompen el mundo con formas de criminalidad nunca vistas.el Papa Francisco considera central, tal como lo es el consejo del mismísimo Cristo sobre la pobreza: «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5, 3). San Lucas, el amigo de los marginados del imperio romano, es más neto: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!» (Lc 6, 20). A los que piensan que al reino de los cielos se puede llegar por la vía de las riquezas, mediante las cuales se obtienen también las máximas dignidades de este mundo, el Señor, sí, promete el Reino que comprende las riquezas y dignidades, pero por la vía opuesta, que es la de la pobreza y el servicio. No se trata de dominar sino de servir. «Felices los pobres». ¿Pero quiénes son los pobres realmente? Ante todo, son los humildes que se estiman pobres. En verdad, aquellos que son verdaderamente humildes, se reconocen pobres no sólo de las cosas exteriores sino también de las realidades interiores. Hoy hay injusticia evidente en muchos países, sobre todo en aquellos que no tienen raíces cristianas y católicas, pero si uno considera el mundo como un todo, o sea en sentido global, hay una evidente injusticia internacional donde los países más ricos se aprovechan de los más pobres con la prepotencia de “o esto o nada”. Hoy hay injusticia evidente en muchos países, sobre todo en aquellos que no tienen raíces cristianas y católicas, pero si uno considera el mundo como un todo, o sea en sentido global, hay una evidente injusticia internacional donde los países más ricos se aprovechan de los más pobres con la prepotencia de “o esto o nada”.
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