martes, 22 de octubre de 2013

SABER ESCUCHAR.

Saber escuchar a Dios:Para Dios es importante que le escuchemos, pues hasta Su Hijo expresó que “el que procede de Dios, escucha los dichos de Dios” (Juan 8:47).
En pocas palabras: oímos muchos mensajes, pero realmente le damos importanciaa un mensaje a la vez. Cuando vamos por la calle, oímos muchos sonidos, a los que calificamos de ruidos, y hasta sabemos cómo nos hace sentir escuchar una música estridente a todo volumen.Si esto es cierto en nuestra vida cotidiana, y sabemos que fuimos diseñados de manera tal que escuchemos, ¿qué podemos decir sobre la importancia de escuchar a Dios? Más aún, ¿sabemos escuchar a Dios?Jesús dijo, “Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).
Hay diferencia entre escuchar a Dios y saber escuchar a Dios. Por ejemplo, los israelitas que estuvieron frente al Monte Sinaí, y oyeron los truenos, los temblores, el sonido fuerte que allí les indicaba la presencia de Dios, podemos decir que escucharon a Dios, al grado de aceptar entrar en un pacto con Él (Éxodo 199,mientras Moisés recibía la Ley en el Monte Sinaí. Decían que un becerro de oro, hecho por ellos, era el Dios de Israel. ¿Fue ese becerro el que les había demostrado su poder imponente en el Mar Rojo o días atrás en el Monte Sinaí? Evidentemente no, pero, para ellos, cualquier cosa a la que ellos llamaran “dios”, estaría bien.
En contraste, Josué sí supo escuchar a Dios. Las Escrituras indican que él esperó a Moisés, hasta que él regresara, para saber cuál era la instrucción de DIOS para ellos. Josué, al igual que los israelitas que terminaron adorando al becerro, escuchó y vio lo mismo que ellos: los truenos, los relámpagos, el humo denso del Sinaí, que indicaban la presencia de Dios
Hoy día, es importante discernir entre escuchar a Dios y saber escucharle. Tenemos la gran necesidad de “prestar más de la acostumbrada atención a las cosas oídas” (Hebreos 2:12),En el Nuevo Testamento notamos que constantemente reiteró esa orden.Por ejemplo,durante la transfiguración, el Padre dijo a Pedro,a Jacobo y a Juan:“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.(Mt 17.5). El mismo Cristo, al relatar la Parábola del Sembrador, la inició diciendo:“Oídme todos, y entended” (Mr 7.14) y en repetidas ocasiones dijo:“El que tiene oídos para oír, oiga”, tanto a sus discípulos(Lc 14.35 ) como a lassiete iglesias del Apocalipsis, añadiendo:“lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap 2.7 y demás). En todos estos casos se trata de una orden explícita que en español se expresa por medio del verbo
 

en la Biblia, la palabra clave de la relación del hombre con Dios es ‘escuchar’ más bien que ‘ver’. Más personas podrían caminar en la perfecta voluntad de Dios si aprendieran a escuchar su voz. Pero estoy convencida que muchos cristianos nunca han disfrutado el cumplimiento del plan perfecto para su vida porque no escuchan y obedecen la dirección de Dios. Lo que hacen es escoger, ya sea a sabiendas o por ignorancia, seguir su propio rumbo. Más personas podrían caminar en la perfecta voluntad de Dios si aprendieran a escuchar su voz. La fórmula más importante de la religión de Israel se caracteriza por la expresión: “Escucha, oh Israel”. “El que es de Dios” no es el místico que ha tenido una visión, sino el que “oye las palabras de Dios”.
De acuerdo a estas palabras, para Dios, es más importante escuchar su voz que verle.No para tener miedo o pavor por lo que sucede, sino para reflexionar con atención en lo que está desarrollándose a nuestros ojos, que vemos día a día en las noticias o en nuestro entorno.Tras de haber venido a Cristo por la fe, todos los
creyente ya somos diferentes.Nuestra vida ya no debe andar con el entendimiento entenebrecido ni ajenos a la vida de Dios (Ef 4.17-20). En cambio debemos esforzarnos por entender cuál sea la voluntad de Dios y obedecerla ya que todo el plan del Padre para el mundo se ha revelado en la Biblia y, en particular,su propósito para los creyentes en Cristo (Col 1.9-11).¿Cómo conocer sus planes específicos para cada uno de nosotros?Al llegar a comprender que escuchar a Dios es esencial para andar con Él. Si deseamos conocer la voluntad de Dios para nosotros, debemos aprender a escuchar su voz.
El poder en la oración, la fe, la confianza en Dios, la guía de Su santo espíritu, nos ayudan a estar alertas y a enfocarnos en lo que sucede con atención. Con una actitud de estar abiertos y abiertas a la guía de Dios, Él, como Gran Pastor, nos conduce por prados herbosos, nos unta con aceite, y refresca nuestra alma (Salmo 23).El Pastor, ese Padre amado, el Abba, nos acoge en sus brazos eternos, y le pone un “mute” a nuestra mente, ante tanto bombardeo de pensamientos difíciles, inquietantes y angustiosos. En Dios, tenemos paz. Si le sabemos escuchar con el corazón.

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