Una vez más se manifiesta la actitud de Jesús para con los “pecadores”, pero hoy de una manera muy concreta. Lucas 19, 1-10
1 Entró en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. 2 En esto, un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y además rico, 3 trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.
4 Entonces se adelantó corriendo y, para verlo, se subió a una higuera, porque iba a pasar por allí. 5 Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo:
Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa.
6 Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
7 Al ver aquello, se pusieron todos a criticarlo diciendo:
¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!
8 Zaqueo se puso en pie y dirigiéndose al Señor le dijo:
La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he extorsionado dinero, se lo restituiré cuatro veces.
9 Jesús le contestó:
Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. 10 Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo.Una vez más se manifiesta la actitud de Jesús para con los “pecadores”, pero hoy de una manera muy concreta. Este pasaje del evangelio es un ejemplo maravilloso de la actuación de Jesús en su vida diaria. Con su actitud nos está diciendo cómo tenemos que comportarnos con los que hemos catalogado como pecadores. Está denunciando nuestra manera de proceder equivocada, es decir, no acorde con el espíritu de Jesús. Es importante recordar que Lucas es el evangelista que más insiste en la imposibilidad de que los ricos entren en el Reino. Unos versículos antes, acaba de decir Jesús: ¡Qué difícil le va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! En este episodio resulta que llega la salvación a un rico que además es pecador. El creernos seguros de nosotros mismos nos lleva a despreciar a los demás, a no considerarlos; sobre todo, si de antemano, los hemos catalogado como "malos".
Incluso nos sentimos aliviados porque no alcanzan la perfección que nosotros hemos alcanzado, y de esta manera podremos seguir mirándolos por encima del hombro. el joven rico que se acerca a Jesús le pregunta: ¿Qué tengo que hacer para heredad vida eterna? Buscaba la Vida Eterna y se quedó sin ella. Zaqueo solo busca ver a Jesús y se encuentra con la salvación.
Es interesante este distinto planteamiento. También nosotros seguimos empeñados en asegurar una salvación para el más allá, olvidando a los oprimidos del más acá.Zaqueo era jefe de publicanos y además, rico. Pecador, por colaboracionista y por el modo de adquirir las riquezas. Tiene deseos de conocer a Jesús, pero, ¿cómo se podía atrever a acercarse a él? Todos le señalarían con el dedo y le dirían a Jesús que era un pecador. Seguramente había sido despreciado más de una vez por los fariseos, sacerdotes y jefes religiosos. Podemos imaginar la cara de extrañeza y de alegría que pondría cuando oye a Jesús llamarle por su nombre; lo que significaría para él, que alguien, de la categoría de Jesús, no sólo no le despreciase, sino que le tratara incluso con cariño. Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la insinuación de Jesús. Por primera vez no es despreciado por una persona religiosa. Su buena disposición encuentra acogida y se desborda en total apertura a la verdadera salvación. Vida en Jesús que manifiesta lo mejor de sí mismo abriéndose a otro ser humano Vida en Zaqueo que, sin saber muy bien lo que buscaba en Jesús, descubre lo que le restituye en su plenitud de humanidad y lo manifiesta con la oferta de una relación más humana con aquellos con los que había sido más inhumano. A la vista del resultado de la manera de actuar de Jesús, yo me pregunto: ¿Hemos actuado nosotros como Él, a través de los dos mil años de cristianismo? ¿Cuántas veces con nuestra actitud de rechazo truncamos esa buena disposición inicial y conseguimos desbaratar una posible liberación? Al hacer eso, creemos defender el honor de Dios y el buen nombre de la Iglesia. Pero el resultado final es que no buscamos lo que estaba perdido y, como consecuencia, la salvación no llega a aquellos que sinceramente la buscan. Como Zaqueo, hoy muchas personas se sientes despreciadas por los dirigentes religiosos, y además, los cristianos con nuestra actitud, seguimos impidiéndoles ver al verdadero Jesús.
Muchas personas que han oído hablar de Jesús, se sienten atraídos y quisieran conocerlo mejor, pero se interpone la muchedumbre de los cristianos. En vez de ser un medio para que los demás conozcan a Jesús, los cristianos somos un estorbo que no deja descubrirlo. ¡Cuánto tendría que cambiar nuestra religión para que en cada cristiano pudiera descubrirse a Cristo! Estar abiertos a los demás, es aceptar a todos como son, no acoger sólo a los que piensan como yo y siguen mis consignas.Siempre que se ha consumado una división entre cristianos (cisma), habría que preguntarse, quién tiene más culpa, el que se equivoca y defiende su postura con honradez o la intransigencia de la iglesia Hacer nuestro el espíritu de Jesús es caminar por la vida con el corazón y los brazos siempre abiertos. Estar siempre alerta a los más pequeños signos de búsqueda. Acoger a todo el que venga con buena voluntad, aunque no piense como nosotros. Verdaderamente, nuestra manera de actuar no se parece en nada a la manera de actuar de Jesús. Humildad y sencillez tenían que ser las prerrogativas de los seguidores de Jesús. Estar dispuestos como decía el salmo, a sostener a los que van a caer; a enderezar a los que ya se doblan. Ya sé que es mucho pedir a los que nos creemos en posesión de la verdad, pero es la única manera de seguir a Jesús. “He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. ¿Cuándo nos meteremos esto en la cabeza? Jesús no tiene nada que hacer con los perfectos. Sólo los que se sienten perdidos, podrán ser encontrados por él. Claro que sólo el que tiene conciencia de estar enfermo estará dispuesto a buscar un médico. Para nosotros es preferible dejar las cosas como están y predicar una salvación para el más allá que nos permita mantener los privilegios de que gozamos aquí y ahora. En realidad no nos interesa el mensaje de Jesús más que en cuanto podamos manipularlo para que sirva a nuestros intereses.
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