Job a Dios, le dijo: He aquí que yo soy vil." -- Job 40:3,4.
Seguramente si algún hombre tenía el derecho de decir, yo no soy vil, era Job; pues de conformidad al testimonio del propio Dios, él era "varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal." Sin embargo descubrimos que este eminente santo, cuando por su cercanía con Dios recibe suficiente luz para darse cuenta de su propia condición, exclama: "He aquí que yo soy vil." Estamos seguros que eso que Job se vio forzado a decir, se aplica también a cada uno de nosotros, seamos hijos de Dios,Cuando nosotros creemos en Jesucristo, todos nuestros pecados son perdonados; sin embargo, el poder del pecado, aunque es debilitado y mantenido bajo el dominio de la naturaleza nacida de nuevo que Dios infunde en nuestras almas, no cesa, sino que se queda en nosotros, y se quedará hasta el día en que nos mueramos. Es una doctrina sostenida por todos los teólogos cristianos, que los deseos de la carne todavía habitan en el hombre regenerado, y que lo depravado de la naturaleza carnal todavía permanece en los corazones de quienes son convertidos por la misericordia de Dios. Ahora, yo sostengo que hay en cada cristiano dos naturalezas, tan distintas como lo fueron las dos naturalezas del Dios-Hombre Cristo Jesús. Hay una naturaleza que no puede pecar, porque es nacida de Dios: una naturaleza espiritual, venida directamente del cielo, tan pura y tan perfecta como el propio Dios quien es su autor; y existe también en el hombre esa antigua naturaleza que, por la caída de Adán, se ha vuelto completamente vil, corrupta, pecadora. Todavía permanece en el corazón del cristiano una naturaleza que no puede hacer lo que es recto, no más de lo que lo hacía antes de la regeneración, y que es tan depravada como lo era antes del nuevo nacimiento: tan pecadora, tan completamente hostil a las leyes de Dios, como siempre lo fue; una naturaleza que, no es eliminada y nunca lo será hasta que este tabernáculo de nuestra carne sea abatido, y nos elevemos a aquella tierra en la que nunca entrará nada que contamine.Posiblemente algunas personas puedan decir que Job era la excepción a la regla; y nos dirán que otros santos no tenían en ellos un motivo para una humillación así; pero nosotros les recordamos a David, y les sugerimos que lean el Salmo penitencial 51, donde David declara que fue formado en iniquidad y que en pecado lo concibió su madre; confesaba que había pecado en su corazón, y le pedía a Dios que creara en él un corazón limpio y que renovara un espíritu recto dentro de él. En muchos otros lugares en los Salmos, David continuamente reconoce y confiesa que no está perfectamente libre de pecado; que la víbora malvada todavía está enrollada alrededor de su corazón. Pero más especialmente, bajo la dispensación del Evangelio, encontramos a Pablo, en ese memorable capítulo que hemos estado leyendo, declarando que él veía "otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros." Sí, oímos esa sorprendente confesión de deseo combativo e intensa agonía. "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"Dice el Apóstol Pablo: y creen que en ustedes, esto es, en su carne, habita toda cosa buena? Si ustedes efectivamente se consideran perfectamente puros de pecado, oigan la palabra de Dios: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso." Ha habido muchos santos de Dios que se han abstenido, durante un tiempo, de hacer cualquier cosa que han sabido que es pecado; pero sin embargo no ha habido uno solo que haya sido perfecto internamente. Si un ser fuera perfecto, los ángeles descenderían y en diez minutos se lo llevarían al cielo, pues estaría maduro para el cielo tan pronto como hubiera alcanzado la perfección.Ustedes se levantan por la mañana, y se ofrecen a ustedes mismos mediante una ferviente oración a Dios, pensando en qué día tan feliz tienen ante ustedes. Escasamente han terminado de pronunciar esa oración, cuando algo viene a arrugar su espíritu y sus buenas resoluciones son arrojadas a los vientos, y dicen: "Este día, que yo pensé que iba a ser muy feliz, ha sufrido un terrible ataque brusco y violento; yo no puedo vivir para Dios como quisiera." Ah, soldados de Jesús, ustedes han sentido, yo sé que ustedes han sentido las sublevaciones de la corrupción, pues ustedes conocen al Señor en sinceridad y verdad; y ustedes no se atreven a esperar estar en este mundo perfectamente libres de pecado, a menos que quieran mentir a su propio corazón.Cuando desean estar más vivos para Dios, generalmente encontrarán que el pecado está más vivo para repelerlos. El "corazón malo de incredulidad" se coloca en medio del camino y dice: "tú no pasarás por aquí;" y cuando el alma responde: "Quiero servir a Dios; adoraré hacia Su santo templo," el corazón malo dice: "Vete a Dan y a Beerseba, e inclínate ante falsos dioses, pero tú no te dirigirás a Jerusalén; no te permitiré que contemples el rostro del Altísimo." La naturaleza depravada se levanta: no sólo busca cómo detenernos en el camino, sino que, como Amalec, se esfuerza por destruirnos y eliminarnos por completo. El corazón malo que todavía permanece en el cristiano, cuando no está obstruyendo o atacando, todavía reina y habita dentro de él.Un volcán es siempre un volcán; aun cuando dormita, no confíes en él. Un león es un león, aunque juegue como un cabrito; y una serpiente es una serpiente, aun cuando la puedas tocar por un momento mientras dormita; aun hay veneno en su aguijón cuando sus escamas azules invitan al ojo. Hay pocas personas que piensan qué cosa tan solemne es ser un cristiano. Adivino que no hay un creyente en el mundo que sepa qué milagro es ser conservado un creyente. Muy poco pensamos en los milagros que se están realizando alrededor nuestro.Un cristiano es un milagro perpetuo. Cada hora que soy preservado de pecar, es una hora de un poder divino como el que vio a un recién nacido envuelto en pañales en su oscuridad y que oyó: "cuando alababan todas las estrellas del alba." ¿Acaso no has pensado nunca cuán grande es el peligro al que está expuesto el cristiano, debido al pecado que habita en él?Y además, cristiano, recuerda cuántos aliados tiene tu naturaleza depravada. En cuanto a tu vida de gracia, ella encuentra escasos amigos bajo el cielo; pero tu pecado original tiene aliados por todos lados. Mira al infierno allá abajo y los encontrarás allí, demonios que están prestos a azuzar a los perros del infierno contra tu alma. Mira al mundo y ve "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida." Mira a tu alrededor y ve todo tipo de hombres, buscando, si fuera posible, sacar al cristiano de su estabilidad. Mira a la iglesia y encuentra toda manera de falsas doctrinas listas a inflamar el deseo, y desviar al alma de la sinceridad de tu fe. Mira al cuerpo y descubre que la cabeza y la mano y el pie y todos los demás miembros están listos a ser siervos del pecado. No hay ningún hombre en combate tan en peligro de recibir un tiro, como lo estás tú por tu propio pecado. Tú cargas en tu alma con un traidor infame. Aun cuando te habla bellamente no debes confiar en él; tú tienes en tu corazón un volcán adormecido, pero se trata de un volcán con una fuerza tan terrible que puede todavía sacudir tu naturaleza entera; y a menos que seas circunspecto, y que seas guardado por el poder de Dios, tú tienes un corazón que te puede conducir a cometer los pecados más diabólicos y los crímenes más infames.
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