¿Quienes son los ortodoxos? Las Iglesias ortodoxas se separaron de la Iglesia católica principalmente en el siglo XI. Conservan los siete sacramentos, coinciden en la doctrina y mantienen la sucesión apostólica (sus obispos descienden de los apóstoles recibiendo el sacramento del orden). Es una lástima que los enfrentamientos del pasado continúen manteniendo esta separación entre católicos y ortodoxos, pues la fe y los sacramentos son los mismos.
La teología ortodoxa concuerda generalmente con la católica, pues ambas poseen una herencia común en el orden dogmático, y aun ascético y litúrgico. Los ortodoxos poseen un gran número de elementos primordiales de la Iglesia verdadera de Cristo, como son, entre otros: el Bautismo con todos los demás Sacramentos, y por consiguiente sus respectivas gracias sacramentales; la sucesión apostólica en el episcopado y en el sacerdocio, aunque no admitan la institución del Primado jurisdiccional romano que en virtud del cisma ha quedado cortado todo influjo directo con el Pastor Supremo, del que proviene toda jurisdicción,el culto a la Santísima Virgen, de la que el Oriente siente alta estima y veneración (aunque, por otro lado, y por razones diversas, nieguen luego sus grandes privilegios de la Concepción Inmaculada y de su Asunción a los Cielos, más bien como dogmas que como doctrina)
Los polemistas del siglo pasado, mezclando cuestiones dogmáticas con otros rituales y disciplinares, han legado listas interminables,reprocha a los latinos los siguientes «errores»: la doctrina de la Procesión del Espíritu Santo,el Primado Pontificio, y la anexión del Filioque al Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Añadía, además, algunas otras acusaciones de carácter más bien litúrgico o disciplinar, como el ayuno de la Cuaresma y de los sábados, el celibato sacerdotal, etc., que no son materias propiamente dogmáticas o doctrinales.
Por parte católica cabe mencionar a los Concilios de Lyon y Florencia, ambos unionistas, de 1274 y 1439 respectivamente. Considerando ahora algunos documentos ortodoxos, el más antiguo que se conserva es una fórmula de abjuración para los católicos que se pasaban a la Ortodoxia, y que data del 1484. Contiene un anatema general contra el Conc. Florentino, y hace mención especial del Filioque, y de los ázimos.
En el siglo pasado dos nuevos dogmas vienen a unirse a las cuestiones antes citadas: los dogmas definidos de la Inmaculada Concepción y el de la Infalibilidad del Papa.En su contestación enumera Anthimo los siguientes «errores»: la doctrina del Filioque y su anexión al Símbolo, el bautismo por aspersión o infusión, el pan ázimo, las palabras de la Consagración, la comunión bajo ambas especies, el fuego del Purgatorio, la perfecta remuneración antes del Juicio final, las Indulgencias, la inmaculada, la infalibilidad pontificia y el Primado Romano.
Para superar estas divergencias hace años que están en contacto teólogos católicos y ortodoxos, animados por los Pontífices romanos, con objeto de allanar el camino para la deseada vuelta de los ortodoxos a la unidad católica de la Iglesia.
El Primado
Puede decirse que ésta es la piedra angular de toda la controversia. En este punto concreto, el tiempo ha ido abriendo cada vez más el abismo que nos separa. Se trata del primado de jurisdicción, porque un primado de honor, o incluso de dirección -primus inter pares-, los ortodoxos no tendrían mayor dificultad en admitirlo,porque en un principio negaban tan sólo el Romano, aun admitiendo el de San Pedro.
A este primado del obispo de Roma quieren oponer los ortodoxos sus propios primados, como el de Constantinopla primero, luego el de Moscú, la tercera Roma; o el de Jerusalén por ser la Ciudad del Señor.
Desde el comienzo mismo de la ruptura sostuvieron los ortoxos que la Iglesia occidental y, por tanto, el Romano Pontífice carecen de esta prerrogativa, que ciertamente concedió Cristo a su Iglesia universal. Precisamente, como hemos visto, quieren justificar el estado de ruptura por los diversos «errores» que atribuyen a la Iglesia occidental, «errores» que por el mismo hecho no pueden conciliarse con este carisma de la infalibilidad.
El dogma católico de la infalibilidad pontificia -afirman- ha despojado a la Iglesia Universal de esa dote preciosísima con que su Esposo Jesucristo la adornó, para entregarla sólo al Papa: supuesta la infalibilidad personal del Papa, son por el mismo hecho inútiles y superfluos los Concilios ecuménicos.
El mismo dogma de la infalibilidad pontificia, insisten los adversarios, diviniza a un hombre mortal, por eso ha de tenerse como contrario a la razón y a la religión cristiana;
El consentimiento moral casi unánime de los obispos con el Papa no obvia los peligros y dificultades que provienen de esa infalibilidad, pues los obispos latinos no son más que dóciles y humildes servidores del Papa.
La mayoría de los ortodoxos, siguiendo en esto la doctrina de Focio, que la expuso con toda amplitud, atacan la misma doctrina católica de la procesión del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo conjuntamente, como de un solo principio. La Teología ortodoxa (v. II, A) quiere sostener, desde Focio en adelante, que la tercera Persona de la Santísima Trinidad sólo procede del Padre.
La doctrina sacramentaria de los ortodoxos es generalmente igual a la católica. Las diferencias y discrepancias que existen han sido y son, ya desde los primeros tiempos, más bien disciplinares. Su definición de Sacramento coincide sustancialmente con la católica. Hay también, aunque no entraremos en ello, en la determinación de los efectos de los sacramentos, donde se dan sentencias diversas, y algunas opuestas a la católica.
En el Sacramento del Bautismo (v.), respecto de su materia remota todos admiten el agua; en cuanto a la aplicación próxima, reconocen solamente la triple inmersión.
En el Sacramento de la Confirmación (v.), la divergencia más notable es la iteración. Actualmente niegan el carácter definitivo de la Confirmación, si bien, porconsiderarse como un complemento del mismo Bautismo, entre ellos no es menester repetirlo; pero sí lo repiten con los conversos a la Iglesia ortodoxa, o con los apóstatas.
En el Sacramento de la Penitencia se nota entre los rusos alguna influencia protestante: el que absuelve invisiblemente los pecados es el mismo Cristo, y el sacerdote sólo se limita a anunciar el perdón, conforme a la teoría protestante.
En cuanto al Sacramento del Order la única cuestión distinta es la del carácter sacramental.
En cuanto al Sacramento del Matrimonio defendieron un tiempo que los ministros del Sacramento eran los mismos contrayentes, como sostienen los católicos; después apareció la sentencia de que el ministro es el sacerdote.
El Sacramento de la Unción lleva entre los ortodoxos el nombre de Euqueleo. Las diferencias tienen su origen sobre todo en la práctica ritual del Sacramento. En cuanto a sus efectos, rechazan la confortación del alma en las luchas de la agonía, no hacen mención de la delección de las reliquias del pecado y de la remisión de la pena temporal. No niegan estos efectos sobrenaturales de perdonar los pecados, pero defienden que su efecto primario es la salud corporal. Es más, a veces llega a conferirse incluso a los sanos como remedio preventivo de la misma enfermedad.
Con respecto al Sacramento de la Eucaristía, existen más divergencias y de tipo más doctrinal que en los anteriores.
El uso del pan fermentado. En la materia remota del Sacramento todos convenimos; esto es, que ha de ser pan. La divergencia nace cuando se trata de si ha de ser pan ázimo (sin fermentar) o pan fermentado.
La Comunión bajo ambas especies. La costumbre era general en las Iglesias ortodoxas, y en las católicas de rito oriental. Al darse la separación afirmaron no sólo la legitimidad de se uso, sino la ¡legitimidad del contrario, que había prevalecido en la Iglesia latina.
El pueblo ortodoxo es profundamente mariano y sus autores tratan con especial simpatía los temas mariológicos, aunque paradójicamente vengan a negar en la Virgen algunas de sus más ricas prerrogativas.
Sin embargo, los modernos disienten de los católicos, con , respecto a dos grandes prerrogativas marianas, la Concepción Inmaculada de la Virgen, y su Asunción en cuerpo y alma a los Cielos.
El Dogma de la Inmaculada. El Catecismo de Calínicos habla así de la Virgen en sus prerrogativas esenciales: «Nuestra Iglesia llama a la bendita Virgen María Madre de Dios porque verdaderamente lo ha engendrado; Inmaculada porque fue purificada de toda mancha al descender sobre ella el Espíritu Santo después de la visita del ángel; y Siempre Virgen porque conservó la virginidad antes, durante y después del parto». Tenemos aquí tres puntos bien definidos de Mariología oriental. La Maternidad divina la admiten todos sin excepción; fue ésta su grande gloria en la condenación de los Nestorianos; la prerrogativa de la Inmaculada se la conceden también, pero entendida en el sentido expresado por Calínicos, que no es el concepto propio de nuestro dogma; y finalmente la virginidad también es admitida por todos.
Es posible que los ortodoxos no admitan el dogma de la Inmaculada, tal como lo ha definido la Iglesia católica, en parte porque tienen un concepto erróneo de la misma doctrina.
El Dogma de la Asunción. Este dogma, definido en 1950, no ha tenido tantos adversarios como el de la Inmaculada.
La doctrina de los Novísimos es una de las más intrincadas y contrapuestas que agitan entre sí a los mismos ortodoxos. En ningún otro tratado de Teología se da tanta variedad de opiniones, y tanto cambio de sentencias con el correr de los siglos, siempre entre ellos mismos. Los puntos más controvertidos son los siguientes:
a) la existencia, naturaleza y modo del juicio particular;
b) la naturaleza de la retribución, y el estado de las almas separadas, antes del juicio final;
c) la existencia de algún estado y lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno, es decir, el Purgatorio;
d) la mutabilidad en la suerte de algunos condenados; y
e) la naturaleza de la visión beatífica. Quizá todos ellos pudieran englobarse en estos dos puntos principales: la inmediata retribución del alma después de la muerte, y la naturaleza del Purgatorio.
Se afirma la existencia del Purgatorio para todas aquellas almas que pasan al otro mundo ciertamente en gracia de Dios, pero sin haber satisfecho antes en esta vida toda la pena temporal debida a sus pecados ya perdonados. Luego la existencia del cielo para los que no hubieran cometido pecado alguno después de su bautismo, o hubieran hecho plena penitencia de los pecados cometidos, incluyendo toda la cancelación de cualquiera pena temporal o en esta vida o en el purgatorio; finalmente, la existencia del infierno para los que mueran con pecado mortal personal En el cielo se verá a Dios en la visión beatífica, trino y uno, tal como Él es, y en conformidad con los méritos de cada uno.
El estado intermedio del purgatorio antes de ser admitidas en el cielo (v.), tras la correspondiente purgación, las almas de los justos, fue otro tema debatido entre los bizantinos. Las diferencias se refieren más bien a la naturaleza de este estado intermedio, y al género de penas expiatorias, especialmente la pena de fuego. No se discute la existencia del purgatorio, comúnmente admitida por todos, como lo presupone la práctica tan extendida de orar por los difuntos.
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