“Dios no castiga, el que conoce el corazón de Dios sabe que Dios no castiga. Dios es un padre y un padre bueno…un padre bueno no castiga, un padre bueno corrige”….“ Es imposible que Dios castigue, pues el castigo viene del odio, y en Dios no hay lugar para el odio, en cambio, la corrección viene del amor. Dios que es nuestro Padre, sólo anhela nuestra edificación, por eso nos corrige.” El significado de “castigo” según el diccionario
El diccionario de la Real Academia Española define castigo como:
Castigo.
(De castigar).
Pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta.
Enmienda, corrección de una obra o de un escrito.
. Chile. Acción y efecto de castigar (‖ aminorar gastos).
Reprensión, aviso, consejo, amonestación o corrección.
. Ejemplo, advertencia, enseñanza.
ser de ~ algo.
Ser penoso o arduo.
Castigar.
(Del lat. castigāre).
Ejecutar algún castigo en un culpado.
Mortificar y afligir.
Estimular con el látigo o con las espuelas a una cabalgadura para que acelere la marcha.
escarmentar (‖ corregir con rigor a quien ha errado).
Corregir o enmendar una obra o un escrito.
Aminorar gastos.
. Enamorar por puro pasatiempo o jactancia.
Advertir, prevenir, enseñar.
Enmendarse, corregirse, abstenerse.
Obsérvese que además de que no se vincula al castigo con el odio, en algunos contextos el castigo es sinónimo de corrección, aunque Frank Morera contrapone ambos conceptos como excluyentes al sostener que Dios no castiga sino que corrige. Entendido de a su manera, ciertamente Dios no castigaría, porque Dios es amor y en ÉL no hay odio, pero ese no es el significado de la palabra castigo. El error que cometen otras personas es incluso más grave, porque ya no está basado en una mala comprensión del término, sino en la negación frontal de la justicia divina encontrándola incompatible con su misericordia. El Castigo divino en la Escritura
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento encontramos la noción del castigo divino, pero en este caso hay que distinguir entre el castigo temporal, cuyo carácter es medicinal y busca la corrección del pecador para que se convierta y se salve, y el castigo eterno que es parte de la justicia divina como retribución al rechazo definitivo del amor de Dios.
El Castigo eterno
Que hay un castigo eterno impartido por Dios es algo que no se puede poner en duda a expensas de negar prácticamente toda la Biblia y el Magisterio de la Iglesia. Jesucristo lo dice claramente respecto a los que se condenen: “E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»” (Mateo 25,46). Alguno dirá que no es Dios quien castiga sino la persona que se castiga a sí misma, pero esto también es incorrecto. La persona efectivamente sí elige su destino eterno en base a sus propias decisiones, pero es Dios quien imparte la justicia e imparte el castigo: “Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación. ” (Romanos 2,5-8). “Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.” (2 Corintios 5,10); “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo.” (Hebreos 10,30); “en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. ” (2 Tesalonicenses 1,8)
El Castigo temporal o medicinal
En la Biblia frecuentemente se ve el castigo temporal como un medio medicinal para purificar al pecador o invitarle a conversión. La Iglesia misma en su disciplina de la excomunión castigaba con carácter misericordioso y medicinal excluyendo de la comunión eclesial a aquellos cuyas faltas lo ameritaban para que se convirtieran. Un ejemplo lo vemos en la primera epístola a los corintios donde San Pablo castiga con la excomunión a uno de los miembros de la Iglesia que vivía en adulterio: “Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre…Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor. ” (1 Corintios 5,2-5), sin embargo en su siguiente carta San Pablo explica que el castigo buscaba su conversión e invita a perdonarle: “Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.” (2 Corintios 2,6-7). Otro ejemplo lo encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica en donde se distingue entre el castigo de los condenados del castigo temporal que reciben las almas del purgatorio: “La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.” (CEC 1031)
En el Antiguo Testamento abundan los ejemplos de castigos de parte de Dios que tienen tanto carácter medicinal así como la finalidad de impartir la justa retribución por parte de Dios por el pecado. Entre ellos podemos mencionar la destrucción de Sodoma y Gomorra, el Diluvio, la amenaza de la destrucción de Nínive, las plagas de Egipto, el castigo de David por su adulterio y asesinato de Urias el Hitita, etc.
El Nuevo Testamento no es la excepción. San Pablo por ejemplo, habla de cómo aquellos que recibían indignamente la Eucaristía eran castigados con enfermedades e incluso con la muerte: “Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.” (1 Corintios 11,29-30). Se menciona también el castigo de Herodes por no haber reconocido la gloria de Dios, quedando enfermo hasta morir: “El día convenido, Herodes, vestido con las vestiduras reales y sentado en su estrado, los arengaba, mientras el pueblo aclamaba: ¡Voz de dios, no de hombre! De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.”(Hechos 12,21-23). También está el castigo de Ananías y Safira por haber mentido al Espíritu Santo: “Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad, y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo? ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios.» Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron. Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado. Pedro le preguntó: «Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?» Ella respondió: «Sí, en eso.» Y Pedro le replicó: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti.» Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.” (Hechos 5,1-10)
Es tan disparatado negar que Dios castiga, que implica negar los propios mandamientos divinos, pues en ellos Dios menciona la clara posibilidad de castigar a quienes los desobedece: “No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque Él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano” (Éxodo 20,7).
Por eso insisto antes de continuar, que debe quedar claro que el castigo temporal no excluye sino que comprende la corrección, tal como queda claro en la Escritura:
“Castigando la culpa educas al hombre, y roes como polilla sus tesoros. El hombre no es más que un soplo.” (Salmo 39,12)
“Así como usa de misericordia, así también castiga; él juzga al hombre según sus obras.” (Eclesiástico 47,13).
“El castigo y la reprensión acarrean sabiduría; pero el muchacho abandonado a sus antojos, es la confusión de su madre.” (Proverbios 29,15).
“Porque el Señor castiga a los que ama, y en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus hijos.” (Proverbios 3,12).
“Si bien cuando lo somos, el Señor nos castiga como a hijos con el fin de que no seamos condenados junto con este mundo.” (1 Corintios 11,32).
“Sino que os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo, que os dirige Dios como a hijos, diciendo en la Escritura. Hijo mío, no desprecies la corrección o castigo del Señor, ni caigas de ánimo cuando te reprende. (Hebreos 12,4).
“Porque el Señor al que ama, le castiga; y a cualquiera que recibe por hijo suyo, le azota y le prueba con adversidades.” (Hebreos 12,5).
Además, este castigo que Dios impone al pecador no es tan sólo un medio correctivo o intimidatorio, sino que también persigue la expiación de la ofensa inferida a Dios y la restauración del orden moral perturbado por el pecado[3].
El Castigo en la Iglesia primitiva
La Iglesia primitiva interpretó de igual manera el castigo eterno como la retribución por las acciones pecaminosas no contritas de parte de la justicia divina y el castigo temporal como una corrección medicinal para invitar al pecador a la conversión. San Clemente Romano, quien fue ordenado sacerdote por el propio San Pedro y fue también obispo de Roma escribe en su epístola a los corintios una exhortación donde el castigo está vinculado directamente con la corrección y la disciplina.
Clemente Romano – (año 107)
“Aceptemos la corrección y disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor, mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la misericordia de los pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era, recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.” (Clemente Romano, Epístola a los corintios, LVI)
El Pastor de Hermas – (año 141 – 155)
El «Pastor de Hermas» es un libro que fue muy apreciado en la Iglesia primitiva, hasta el punto de que algunos de los Santos Padres llegaron a considerarlo como canónico. Gracias al Fragmento de Muratori (un pergamino del año 180 que recoge la lista de los libros inspirados, descubierto y publicado en el siglo XV), sabemos que fue compuesto por un tal Hermas, hermano del Papa Pío I, en la ciudad de Roma. En esta obra que refleja el pensamiento cristiano más primitivo, encontramos como también se relaciona el castigo temporal con la corrección que busca la conversión.
“Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes rencor tú mismo”
El Pastor de Hermas, Visión Segunda, Sexta Parábola, III (7)
“Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es largo. ”
El Pastor de Hermas, Visión Quinta, Sexta Parábola, IV (64)
Epístola de Bernabé – (año 130)
Este tratado cristianos primitivo ha sido atribuido desde comienzos de la Iglesia a Bernabé, el colaborador de San Pablo. En él se advierte que Dios castigará con la condenación a los que mueren en pecados graves, como idolatría, adulterio, asesinato, robo, etc.:
“Mas el camino del “Negro” es torcido y lleno de maldición, pues es camino de muerte eterna con castigo, en que están las cosas que pierden el alma de quienes lo siguen: idolatría, temeridad, altivez de poder, hipocresía, doblez de corazón, adulterio, asesinato, robo, soberbia, transgresión, engaño, maldad, arrogancia, hechicería, magia, avaricia, falta de temor de Dios”
Epístola de Bernabé, XX,1
Martirio de Policarpo – (año 156 - 177)
Escrito cristiano primitivo que narra el martirio de San Policarpo, quien fuera discípulo directo del apóstol San Juan. En él narra cómo los cristianos preferían morir antes de sufrir el castigo divino:
“Y prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. ”
Martirio de Policarpo, III
Conclusiones
La noción de que Dios no castiga está fundada en unos casos, o en una mala comprensión del significado de la palabra castigo, o en una noción superficial y deficiente del amor de Dios. Como explica Santo Tomás, Dios es amor y quiere que todos se salven, pero también es justo y como tal también desea castigar al que peca. Ambas cosas no se excluyen: “Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos.” (Santo Tomás, Suma Teológica, L.1, Q.19, a.7). Dios puede castigar para corregirnos, no por odio sino precisamente por amor, como lo hacemos con nuestros hijos, y como ejemplifica San Agustín: “Ni es otra la forma como castigamos a nuestros hijos, es decir, airados e indignados; pero no los castigaríamos si no los amáramos. ” (San Agustín, Sermón LXXXII, 2). Es Jesucristo quien nos advierte a cada uno de nosotros: “aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes” (Lucas 12,47). ¿No es esto castigo? dirán algunos “corrección”. Yo digo, que en este caso, ambas son lo mismo.