Del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. Meditación del Papa
Esta página evangélica se considera la charta magna de la no violencia cristiana, que no consiste en rendirse ante el mal -según una falsa interpretación de "presentar la otra mejilla"-, sino en responder al mal con el bien, rompiendo de este modo la cadena de la injusticia. Así, se comprende que para los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad.
El amor a los enemigos constituye el núcleo de la "revolución cristiana", revolución que no se basa en estrategias de poder económico, político o mediático. La revolución del amor, un amor que en definitiva no se apoya en los recursos humanos, sino que es don de Dios que se obtiene confiando únicamente y sin reservas en su bondad misericordiosa. Esta es la novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer ruido. Este es el heroísmo de los "pequeños", que creen en el amor de Dios y lo difunden incluso a costa de su vida. Reflexión
Jesús nos pide algo más que soportar "estoicamente" el mal, y evitar rencores y venganzas. Esta ya es una actitud de paciente dominio de uno mismo, digna de la alabanza de Cristo: "bienaventurados los mansos, ...los que lloran..." Pero hoy Jesús va más allá en su explicación porque nos pide una generosidad que desborda el ya amplio caudal del precepto del amor al prójimo. Y es que quien "soporta" no ofrece necesariamente la otra mejilla... y quien evita el mal, no tiene obligatoriamente que devolver bien. A quien se le solicita, no tiene razón humana por la que dar "más"... y sin embargo, una y otra vez Jesús nos pide que demos ese "más"... Se diría que la única manera de acabar con el mal es añadir más bien. Como quien tuviera que sepultar algo desagradable y la solución es enterrarlo con una buena capa de "cal"...
Así es el bien, el amor cuando con su "exceso" obliga al mal a no reproducirse, y a la larga lo extingue. No es una petición sólo para héroes. A todos nos lo pide, porque todos queremos imitarle y somos seguidores suyos. Sabemos que sólo su gracia y la fuerza que viene del Espíritu puede lograr en nosotros esta transformación. No dudemos en pedírselo hoy en nuestra oración.
! Todo talento lleva consigo un compromiso...y un don despreciado frena la creacion de Dios.!
jueves, 4 de junio de 2015
! DIEZMAR NO ES OBLIGATORIO.!
¿Es obligatorio diezmar?
¿Qué dice la Biblia?
Diezmo es la décima parte de tus ganancias. Sea lo que sea que ganes, el 10 % es un diezmo. Antes de Abraham ya existía el diezmo y él mismo tuvo que diezmar al extraño sacerdote Melquisedec. En el Antiguo Testamento esta claro que diezmar es obligatorio. Sin embargo, muchos religiosos solicitan el diezmo en la actualidad como si también lo fuera para los cristianos.
Los israelitas tenían que diezmar frutos de la tierra y ganado (Levítico 27:30-33; Números 18:27). El diezmo era necesario entonces para sostener a los levitas y al culto. Si bien no siempre la gente estuvo dispuesta a diezmar con el corazón (2 Crónicas 31:4-12; Malaquías 3:7-11) por lo general el hábito se respetaba. Así la costumbre se mantuvo hasta los días de Cristo (Lucas 11:42). En esos días era una obligación para los hebreos pero no lo es para los cristianos quienes no estamos bajo la ley de los Judíos sino bajo la gracia de Dios y en un Nuevo Pacto, establecido cuando Cristo murió en la cruz por todos nosotros. Por lo tanto, hay evidencia que el diezmo no es obligatorio para los cristianos. De hecho Cristo ni los apóstoles ordenaron mantenerlo vigente. Por el contrario, se habla de ofrendar pero nunca un 10 % de las ganancias. De ahí que se infiere, si alguien en la actualidad quiere hacerlo, es por propia voluntad y no porque sea una orden divina.
Ahora bien: que el diezmo no sea obligatorio, no significa que no puedas diezmar. Son tantas las bendiciones que Dios nos dá que es un honor para nosotros ofrendárselo. De modo que, en mi opinión, si alguien quiere diezmar, que lo haga con alegría para el fortalecimiento de la obra cristiana. Pablo Santomauro refiere a continuación, sobre el mal uso que hacen algunos sobre el acto de diezmar.
En el cristianismo no es obligatorio diezmar
Seguiremos al apologista Pablo Santomauro en este árido tema. Él dice:
"Los cristianos no están bajo el mandamiento u obligación de diezmar. Reconocemos, eso sí, que un gran número de pastores ponen la obligación sobre los hombros de los fieles. Existe mucha enseñanza errónea respecto al diezmo, y ésta se origina en un falso entendimiento de la práctica de diezmar en el Antiguo Testamento. Los diezmos no eran primariamente ofrendas a Dios sino impuestos para sustentar el presupuesto nacional de la nación de Israel".
Y agrega un listado de triquiñuelas de algunos para presionar al cristiano para que diezme de las cuales reproduzco tres:
1) Abraham y Jacob diezmaron antes de la Ley – En el caso de Abraham, el NO dio los diezmos de sus pertenencias o ganancias, sino del botín de guerra como resultado de su victoria sobre los reyes de Mesopotamia. Jacob, por su parte, prometió a Dios el 10 por ciento de sus posesiones si Dios lo guardaba en su viaje a casa. Ambos diezmaron como respuesta a una bendición. No se trató del diezmo mosaico en el cual la persona debía diezmar le fuera como le fuera, bien o mal. Por otra parte, si los cristianos debemos diezmar hoy basados en este argumento, también debemos circuncidarnos porque los patriarcas lo hicieron. Decir que los judíos practicaban el diezmo antes de la Ley es abusar el texto bíblico.
2) Desde que el NT no prohíbe específicamente diezmar, entonces la práctica sigue en efecto hoy – Una lectura de Hechos 15 despeja las dudas y pone este argumento bajo tierra. Allí el Espíritu Santo y los apóstoles decidieron que los gentiles no estaban obligados por la Ley y sólo enumeraron ciertas excepciones como abstenerse de idolatría, sangre de ahogado y fornicación, pero no mencionaron ni sombra de la ley de diezmar. Además, si debemos diezmar por la simple razón de que el mandamiento no está abolido específicamente en el NT, entonces deberíamos guardar otras partes de la Ley que no están mencionadas en Hechos 15, entre ellas: hacernos flecos en las cuatro puntas de nuestras ropas (Dt. 22:12); mantener nuestros cabellos y barbas de acuerdo a la Ley (Lv. 19:27; perdonar a nuestros deudores cada siete años ( Dt. 15:1,2), etc.
5) Si no diezmamos le estamos robando a Dios – Esta es la triquiñuela favorita de muchos pastores. Usan el pasaje de Malaquías en el capítulo 3. El libro de Malaquías no fue escrito para los cristianos. Los profetas del AT se caracterizaban por exhortar al pueblo a guardar la ley de Dios. Malaquías también lo hace (Mal. 4:4), por lo tanto, ¿cómo puede ser que Malaquías 3:8, (¿Robará el hombre a Dios?) haya sido escrito para los cristianos, los cuales no estamos bajo la Ley? Jesucristo dijo que la ley y los profetas fueron hasta Juan (Lc. 16:16). Como si esto fuera poco, acusar a los cristianos que no diezman de ladrones es condenarlos al infierno virtualmente, ya que 1 Corintios 6:10 dice que los ladrones no heredarán el reino de Dios. Los que quieren imponer sobre los cristianos el diezmo del AT, tendrían que saber que bajo la ley, aun si diéramos el 10 % , estaríamos robándole a Dios, ya que como hemos visto la suma total de los diezmos era por encima del 20 %. Otro punto a considerar es que eran los levitas los que debían de traer el 10% de los diezmos, es decir el diezmo de los diezmos, “a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro” (Neh. 10:38). Por lo tanto, Dios estaba reprendiendo a los levitas en Malaquías 3, no al pueblo. El equivalente a los levitas en tiempos modernos serían los controversiales pastores que exigen el diezmo. ¿Traen ellos el diezmo de los diezmos a la iglesia? ¿O continúan viviendo en abundancia a expensas de su pobre grey?
Conclusión
El cristiano esta facultado para ofrendar diezmo si así lo cree necesario. Sin embargo, ningún pastor puede obligar bajo presión a diezmar a otros, creándo cargos de conciencia, o haciéndo sentir que la falta de diezmo es dureza de corazón o maldad. Diezmar en la actualidad es voluntario. Cualquiera que diga que no, tiene en menos las Escrituras.
! DIOS CASTIGA ACASO.!
“Dios no castiga, el que conoce el corazón de Dios sabe que Dios no castiga. Dios es un padre y un padre bueno…un padre bueno no castiga, un padre bueno corrige”….“ Es imposible que Dios castigue, pues el castigo viene del odio, y en Dios no hay lugar para el odio, en cambio, la corrección viene del amor. Dios que es nuestro Padre, sólo anhela nuestra edificación, por eso nos corrige.” El significado de “castigo” según el diccionario
El diccionario de la Real Academia Española define castigo como:
Castigo.
Castigo.
(De castigar).
Pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta.
Enmienda, corrección de una obra o de un escrito.
. Chile. Acción y efecto de castigar (‖ aminorar gastos).
Reprensión, aviso, consejo, amonestación o corrección.
. Ejemplo, advertencia, enseñanza.
ser de ~ algo.
Ser penoso o arduo.
Castigar.
(Del lat. castigāre).
Ejecutar algún castigo en un culpado.
Mortificar y afligir.
Estimular con el látigo o con las espuelas a una cabalgadura para que acelere la marcha.
escarmentar (‖ corregir con rigor a quien ha errado).
Corregir o enmendar una obra o un escrito.
Aminorar gastos.
. Enamorar por puro pasatiempo o jactancia.
Advertir, prevenir, enseñar.
Enmendarse, corregirse, abstenerse.
Obsérvese que además de que no se vincula al castigo con el odio, en algunos contextos el castigo es sinónimo de corrección, aunque Frank Morera contrapone ambos conceptos como excluyentes al sostener que Dios no castiga sino que corrige. Entendido de a su manera, ciertamente Dios no castigaría, porque Dios es amor y en ÉL no hay odio, pero ese no es el significado de la palabra castigo. El error que cometen otras personas es incluso más grave, porque ya no está basado en una mala comprensión del término, sino en la negación frontal de la justicia divina encontrándola incompatible con su misericordia. El Castigo divino en la Escritura
Obsérvese que además de que no se vincula al castigo con el odio, en algunos contextos el castigo es sinónimo de corrección, aunque Frank Morera contrapone ambos conceptos como excluyentes al sostener que Dios no castiga sino que corrige. Entendido de a su manera, ciertamente Dios no castigaría, porque Dios es amor y en ÉL no hay odio, pero ese no es el significado de la palabra castigo. El error que cometen otras personas es incluso más grave, porque ya no está basado en una mala comprensión del término, sino en la negación frontal de la justicia divina encontrándola incompatible con su misericordia. El Castigo divino en la Escritura
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento encontramos la noción del castigo divino, pero en este caso hay que distinguir entre el castigo temporal, cuyo carácter es medicinal y busca la corrección del pecador para que se convierta y se salve, y el castigo eterno que es parte de la justicia divina como retribución al rechazo definitivo del amor de Dios.
El Castigo eterno
Que hay un castigo eterno impartido por Dios es algo que no se puede poner en duda a expensas de negar prácticamente toda la Biblia y el Magisterio de la Iglesia. Jesucristo lo dice claramente respecto a los que se condenen: “E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»” (Mateo 25,46). Alguno dirá que no es Dios quien castiga sino la persona que se castiga a sí misma, pero esto también es incorrecto. La persona efectivamente sí elige su destino eterno en base a sus propias decisiones, pero es Dios quien imparte la justicia e imparte el castigo: “Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación. ” (Romanos 2,5-8). “Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.” (2 Corintios 5,10); “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo.” (Hebreos 10,30); “en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. ” (2 Tesalonicenses 1,8)
El Castigo temporal o medicinal
En la Biblia frecuentemente se ve el castigo temporal como un medio medicinal para purificar al pecador o invitarle a conversión. La Iglesia misma en su disciplina de la excomunión castigaba con carácter misericordioso y medicinal excluyendo de la comunión eclesial a aquellos cuyas faltas lo ameritaban para que se convirtieran. Un ejemplo lo vemos en la primera epístola a los corintios donde San Pablo castiga con la excomunión a uno de los miembros de la Iglesia que vivía en adulterio: “Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre…Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor. ” (1 Corintios 5,2-5), sin embargo en su siguiente carta San Pablo explica que el castigo buscaba su conversión e invita a perdonarle: “Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.” (2 Corintios 2,6-7). Otro ejemplo lo encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica en donde se distingue entre el castigo de los condenados del castigo temporal que reciben las almas del purgatorio: “La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.” (CEC 1031)
En el Antiguo Testamento abundan los ejemplos de castigos de parte de Dios que tienen tanto carácter medicinal así como la finalidad de impartir la justa retribución por parte de Dios por el pecado. Entre ellos podemos mencionar la destrucción de Sodoma y Gomorra, el Diluvio, la amenaza de la destrucción de Nínive, las plagas de Egipto, el castigo de David por su adulterio y asesinato de Urias el Hitita, etc.
El Nuevo Testamento no es la excepción. San Pablo por ejemplo, habla de cómo aquellos que recibían indignamente la Eucaristía eran castigados con enfermedades e incluso con la muerte: “Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.” (1 Corintios 11,29-30). Se menciona también el castigo de Herodes por no haber reconocido la gloria de Dios, quedando enfermo hasta morir: “El día convenido, Herodes, vestido con las vestiduras reales y sentado en su estrado, los arengaba, mientras el pueblo aclamaba: ¡Voz de dios, no de hombre! De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.”(Hechos 12,21-23). También está el castigo de Ananías y Safira por haber mentido al Espíritu Santo: “Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad, y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo? ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios.» Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron. Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado. Pedro le preguntó: «Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?» Ella respondió: «Sí, en eso.» Y Pedro le replicó: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti.» Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.” (Hechos 5,1-10)
Es tan disparatado negar que Dios castiga, que implica negar los propios mandamientos divinos, pues en ellos Dios menciona la clara posibilidad de castigar a quienes los desobedece: “No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque Él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano” (Éxodo 20,7).
Por eso insisto antes de continuar, que debe quedar claro que el castigo temporal no excluye sino que comprende la corrección, tal como queda claro en la Escritura:
“Castigando la culpa educas al hombre, y roes como polilla sus tesoros. El hombre no es más que un soplo.” (Salmo 39,12)
“Así como usa de misericordia, así también castiga; él juzga al hombre según sus obras.” (Eclesiástico 47,13).
“El castigo y la reprensión acarrean sabiduría; pero el muchacho abandonado a sus antojos, es la confusión de su madre.” (Proverbios 29,15).
“Porque el Señor castiga a los que ama, y en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus hijos.” (Proverbios 3,12).
“Si bien cuando lo somos, el Señor nos castiga como a hijos con el fin de que no seamos condenados junto con este mundo.” (1 Corintios 11,32).
“Sino que os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo, que os dirige Dios como a hijos, diciendo en la Escritura. Hijo mío, no desprecies la corrección o castigo del Señor, ni caigas de ánimo cuando te reprende. (Hebreos 12,4).
“Porque el Señor al que ama, le castiga; y a cualquiera que recibe por hijo suyo, le azota y le prueba con adversidades.” (Hebreos 12,5).
Además, este castigo que Dios impone al pecador no es tan sólo un medio correctivo o intimidatorio, sino que también persigue la expiación de la ofensa inferida a Dios y la restauración del orden moral perturbado por el pecado[3].
Además, este castigo que Dios impone al pecador no es tan sólo un medio correctivo o intimidatorio, sino que también persigue la expiación de la ofensa inferida a Dios y la restauración del orden moral perturbado por el pecado[3].
El Castigo en la Iglesia primitiva
La Iglesia primitiva interpretó de igual manera el castigo eterno como la retribución por las acciones pecaminosas no contritas de parte de la justicia divina y el castigo temporal como una corrección medicinal para invitar al pecador a la conversión. San Clemente Romano, quien fue ordenado sacerdote por el propio San Pedro y fue también obispo de Roma escribe en su epístola a los corintios una exhortación donde el castigo está vinculado directamente con la corrección y la disciplina.
Clemente Romano – (año 107)
“Aceptemos la corrección y disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor, mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la misericordia de los pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era, recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.” (Clemente Romano, Epístola a los corintios, LVI)
El Pastor de Hermas – (año 141 – 155)
El Pastor de Hermas – (año 141 – 155)
El «Pastor de Hermas» es un libro que fue muy apreciado en la Iglesia primitiva, hasta el punto de que algunos de los Santos Padres llegaron a considerarlo como canónico. Gracias al Fragmento de Muratori (un pergamino del año 180 que recoge la lista de los libros inspirados, descubierto y publicado en el siglo XV), sabemos que fue compuesto por un tal Hermas, hermano del Papa Pío I, en la ciudad de Roma. En esta obra que refleja el pensamiento cristiano más primitivo, encontramos como también se relaciona el castigo temporal con la corrección que busca la conversión.
“Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes rencor tú mismo”
El Pastor de Hermas, Visión Segunda, Sexta Parábola, III (7)
“Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es largo. ”
El Pastor de Hermas, Visión Quinta, Sexta Parábola, IV (64)
Epístola de Bernabé – (año 130)
El Pastor de Hermas, Visión Segunda, Sexta Parábola, III (7)
“Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es largo. ”
El Pastor de Hermas, Visión Quinta, Sexta Parábola, IV (64)
Epístola de Bernabé – (año 130)
Este tratado cristianos primitivo ha sido atribuido desde comienzos de la Iglesia a Bernabé, el colaborador de San Pablo. En él se advierte que Dios castigará con la condenación a los que mueren en pecados graves, como idolatría, adulterio, asesinato, robo, etc.:
“Mas el camino del “Negro” es torcido y lleno de maldición, pues es camino de muerte eterna con castigo, en que están las cosas que pierden el alma de quienes lo siguen: idolatría, temeridad, altivez de poder, hipocresía, doblez de corazón, adulterio, asesinato, robo, soberbia, transgresión, engaño, maldad, arrogancia, hechicería, magia, avaricia, falta de temor de Dios”
Epístola de Bernabé, XX,1
Martirio de Policarpo – (año 156 - 177)
Epístola de Bernabé, XX,1
Martirio de Policarpo – (año 156 - 177)
Escrito cristiano primitivo que narra el martirio de San Policarpo, quien fuera discípulo directo del apóstol San Juan. En él narra cómo los cristianos preferían morir antes de sufrir el castigo divino:
“Y prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. ”
Martirio de Policarpo, III
Conclusiones
Martirio de Policarpo, III
Conclusiones
La noción de que Dios no castiga está fundada en unos casos, o en una mala comprensión del significado de la palabra castigo, o en una noción superficial y deficiente del amor de Dios. Como explica Santo Tomás, Dios es amor y quiere que todos se salven, pero también es justo y como tal también desea castigar al que peca. Ambas cosas no se excluyen: “Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos.” (Santo Tomás, Suma Teológica, L.1, Q.19, a.7). Dios puede castigar para corregirnos, no por odio sino precisamente por amor, como lo hacemos con nuestros hijos, y como ejemplifica San Agustín: “Ni es otra la forma como castigamos a nuestros hijos, es decir, airados e indignados; pero no los castigaríamos si no los amáramos. ” (San Agustín, Sermón LXXXII, 2). Es Jesucristo quien nos advierte a cada uno de nosotros: “aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes” (Lucas 12,47). ¿No es esto castigo? dirán algunos “corrección”. Yo digo, que en este caso, ambas son lo mismo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)